Posts Tagged ‘Cristianismo’

Божественная литургия, г. Москва, 8 сентября 2019 г.

15 de septiembre de 2019

predicar la castidad… ¿es incitar contra natura?

8 de febrero de 2019

MONTSERRAT: HIMMLER TENÍA RAZÓN

23 de Octubre de 1940. Heinrich Himmler presente en el monasterio de Montserrat en su segunda visita a Cataluña. La primera a poco de terminar la guerra civil (junio de 1939) cuando fue recibido en olor de multitudes y en medio de un entusiasmo y delirio indescriptibles a su paso por la Diagonal en Barcelona: En la foto, el jerarca nazi saluda a uno de los monjes –no al abad (ausente del encuentro)-, Ripoll, que hacia de intérprete. Al fondo, el general Ordaz(*). A cierta distancia en el margen izquierdo de la foto, un sonriente Aurelio Escarré (futuro prior hasta que Franco lo mandó al exilio). Según una de las versiones que se han transmitido del evento hasta hoy Himmler denunció los abusos sexuales de menores a manos de eclesiásticos, que era uno de los principales agravios que enfrentaba al régimen nazi con la iglesia católica en Alemania. Lo que fue rotundamente negado por los monjes catalanes. Y cualesquiera que sean los chascarrillos y chismes y leyendas que se perpetuaron hasta hoy del `paso del jerarca nazi por Cataluña, hay que rendirse a la evidencia ochenta años después que la Historia y la crónica de actualidad de los últimos días ha dado la razón (más que de sobra) a los nazis en aquel contencioso ideológico -y espiritual- tan crucial y trascendental –y tan doloroso y desgarrador- con el catolicismo romano. La moraleja de esa historia nos la ofrece Nietzsche en el Anticristo, en su cuarto mandamiento (sic) de la ley contra el cristianismo (en el epilogo de la obra) Como un convidado de piedra : “Predicar la castidad es una incitación a obrar contra natura. Despreciar la vida sexual, mancharla con la noción de lo impuro, ese es el verdadero pecado contra el Espíritu Santo. El de la Vida” (Palabra de Dios, te alabamos señor) O eso otro de la peste sexual (sic) que denunciaba Goebbels –como un leit motif primero y principal en todo lo referente a la sexualidad de la propaganda nazi- como una lacra judeo-cristiana
Los grupos scouts que con el placet eclesiásticos hacían el boicot y rivalizaban con el Frente de Juventudes en Cataluña, como testimoniaba uno de los falangistas catalanes (de cuyo nombre prefiero no acordarme) que los llevaba (o eso decía él) -él y sus camaradas- por el camino de la amargura, salen ahora a relucir otra vez, no por el plumero de separatistas que se lo tenían bien ganado y adjudicado desde entonces –aunque fuesen entonces mayormente de victimas de aquellos- sino por encontrase ahora en el ojo del ciclón o en el vértice del torbellino que acaba de estallar y saltar a los grandes titulares de los medios de los abusos sexuales –vieja historia que sale solo ahora a la luz que se remonta a hace mas de cuarenta años- y que tiene de epicentro nada menos que a los grupos scouts de la abadía de Montserrat, ciudad santa del nacionalismo catalán (separatista), por un lado, y por otro, al Arzobispo de Tarragona, de principal protagonista, sucesor de Vidal y Barraquer (un respeto) que iba entonces de Primado de España durante la Republica, -porque la sede primada no era para ellos Toledo sino Tarragona, la Primada (como ellos decían) Pujol de su nombre (y no miento) y con él, otros casos de ese tipo de escándalos sexuales desperdigados por toda la geografía catalana. Y el escándalo estalla precisamente al borde del estallido de la actual situación en Cataluña, y pone en la picota a toda la Iglesia catalana en bloque, principal culpable –y lo digo por mi cuentas y riesgo- de la agravaron de la situación a los extremos a los que se habrá llegado en las últimas horas (continúa)
(*): Abuelo de Luis Javier Benavides Ordaz, abogado laboralista y víctima de la (primera) matanza de Atocha

FUENTE: http://juanfernandezkrohn.blogspot.com/2019/02/montserrat-himmler-tenia-razon.html

GOTT UND DIE WELT / Joseph Ratzinger (0)

27 de May de 2018

https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

INTRODUCCIÓN (0)

p. 11 p. 04

Dios, Esperanza, Amor

Eminencia, ¿también usted tiene a veces miedo de Dios?
Yo no lo llamaría miedo. Sabemos por Cristo cómo es Dios, que nos ama. Y Él sabe cómo somos nosotros. Sabe que somos carne. Y polvo. Por eso acepta nuestra debilidad. […].
Se dice que los católicos rebosan sentimientos de culpa frente a Dios.
Yo creo que los católicos están invadidos sobre todo por el gran sentimiento de indulgencia de Dios. Observemos el arte del barroco o del rococó. Desprenden una gran alegría. De típicas naciones católicas como Italia o España se dice,no sin razón, que poseen una ligereza interna. […].
En mi opinión, en las personas que viven la fe de la Iglesia predomina en última instancia la conciencia de la salvación: ¡Dios no nos abandonará! p.12
p. 16
[…] El estoico Séneca dijo: «La compasión es algo abominable». Por el contrario, si contemplamos a Cristo, Él es el que compadece, y eso nos lo hace valioso. La compasión, la vulnerabilidad también forman parte del cristiano. Hay que aprender a aceptarlas heridas, a vivir herido y a encontrar finalmente en ellas una salvación más profunda. […].
Usted dijo una vez: «Si el ser humano sólo confía en lo que ven sus ojos, en realidad está ciego…»
.… porque limita su horizonte de manera que se le escapa precisamente lo esencial. Porque tampoco tiene en cuenta su inteligencia. Las cosas realmente importantes no las ve con los ojos de los sentidos, y en esa medida aún no se apercibe bien de que es capaz de ver más allá de lo directamente perceptible. […].
p. 17
UNA IMAGEN DE DIOS
Mi hijo pequeño me pregunta a veces: «Oye, papá, ¿cómo es Dios?».
Yo le contestaría diciendo que uno se puede imaginar a Dios tal como lo conocemos a través de Jesucristo. Cristo dijo una vez: «Quien me ve a mí, ve al Padre».Y si después se analiza toda la historia de Jesús, empezando por el pesebre,por su actuación pública, por sus grandes y conmovedoras palabras, hasta llegar a la última cena, a la cruz, a la resurrección y a la misión del apostolado… entonces uno puede atisbar el rostro de Dios. Un rostro por una parte serio y grande. Que desborda con creces nuestra medida. Pero, en última instancia, el rasgo característico en Él es la bondad; Él nos acepta y nos quiere.
p. 18
¿Pero no dicen también que no deberíamos forjarnos ninguna imagen de Dios?
Este precepto se ha transformado en la medida en que Dios se dio a sí mismo una imagen. La Epístola a los Efesios dice de Cristo: «Él es la imagen de Dios». Y en Él se cumple plenamente lo que se dice del ser humano en la creación. […].
¿Cómo caracterizar a Jesús en unas cuantas frases?
Aquí nuestras palabras están siempre sometidas a una sobre-exigencia. Lo importante es que Jesús es el Hijo de Dios, que es Dios y al mismo tiempo verdadero hombre. Que en Él no sólo sale a nuestro encuentro la genialidad o la heroicidad humanas, sino que también trasluce a Dios. Puede decirse que en el cuerpo desgarrado de Jesús en la cruz vemos cómo es Dios, en concreto. Aquel que se entrega por nosotros hasta ese punto. […].
p. 20
«Dios te amó primero», dice la doctrina cristiana. Y te ama sin tener en cuenta tu origen o tu importancia. ¿Qué significa eso?
Esta frase debe tomarse en el sentido más literal posible y así intento hacerlo. Porque es realmente el gran motor de nuestra vida y el consuelo que necesitamos. Lo cual no es en absoluto tan extraño.
Él me amó primero, antes de que yo mismo fuese capaz de amar. Fui creado sólo porque ya me conocía y me amaba. Así que no he sido lanzado al mundo por azar, como dice Heidegger, ni me veo obligado a advertir que voy nadando por ese océano, sino que me precede un conocimiento, una idea y un amor que constituyen el fundamento de mi existencia.
Lo importante para cualquier persona, lo primero que da importancia a su vida, es saber que es amada. […].
p. 20
CRISIS DE FE
p. 25
El ser humano ¿es creyente de por sí?
A juzgar por los datos que nos proporcionan las excavaciones de la historia de la humanidad desde la prehistoria más remota, cabe afirmar que la idea de Dios siempre ha existido. Los marxistas predijeron el fin de la religión. Decían que con el final de la opresión ya no se necesitaría la medicina llamada Dios. Pero se vieron obligados a reconocer que la religión no acaba nunca, porque realmente es consustancial al ser humano. […].
p. 28
[…] Muchos sueñan con una especie de religión a la carta, […].
Recuerdo siempre las palabras de Tertuliano, que comentó una vez: «Cristo no ha dicho: “Yo soy la costumbre, sino yo soy la Verdad”». Y es que Cristo no sanciona simplemente la costumbre; al contrario, él nos arranca de las costumbres. Él desea que las abandonemos, nos exige que busquemos la verdad, lo que nos introduce en la realidad del Creador, del Salvador, de nuestro propio ser. En ese sentido, hemos de ser cautelosos con la reivindicación de la verdad en cuanto gran compromiso, pero también tener el valor de no perder la verdad, de tender hacia ella y aceptarla con agradecimiento y humildad cuando nos sea ofrecida.
p- 28

SOBRE LA DUDA
p. 30
¿Es concebible que también el Papa se vea acosado por la duda o incluso por la falta de fe?
Por la falta de fe, no, pero uno debería ya imaginarse que también sufre por las cuestiones que obstaculizan la fe. Para mí resultó inolvidable un pequeño encuentro en Múnich, cuando era capellán. Blumscheid, mi párroco de entonces, era amigo del párroco de la vecina parroquia evangélica. Un día vino Romano Guardini a impartir una conferencia y los dos párrocos lograron hablar con él. Ignoro cómo transcurrió la conversación, pero después, Blumscheid me contó, estupefacto, que Guardini había dicho que cuando uno se hace mayor la fe no se vuelve más fácil, sino más difícil. Guardini debía de tener por entonces unos sesenta y cinco o setenta años. Como es natural, la suya era la esperanza específica de una persona melancólica y que había sufrido mucho.Pero, como he dicho, la situación nunca se resuelve del todo. Por otra parte se torna algo más fácil porque también la llama de la vida se empequeñece. Pero mientras uno está de camino, está de camino.
p. 31
¿Pero sabe la Iglesia católica con absoluta seguridad cómo es Dios de verdad,qué dice y qué quiere realmente de nosotros?
La Iglesia católica sabe por la fe lo que Dios nos ha dicho a lo largo de la historia de la revelación. Como es natural, nadie -ni siquiera la misma Iglesia-logrará comprender la grandeza de lo que Dios ha dicho. Por eso la fe evoluciona. Desde sus contextos vitales, cada generación puede descubrir nuevas dimensiones que la Iglesia no ha conocido con anterioridad. El Señor mismo predice en el Evangelio según san Juan: «El Espíritu Santo os guiará hasta la verdad completa, para conocer lo que ahora de ningún modo podríais soportar». Esto significa que hay siempre un superávit, un «exceso» de revelación, no sólo respecto a lo que el individuo ha comprendido, sino también a lo que la Iglesia sabe al respecto. Por eso dicho superávit plantea un nuevo reto a cada generación.
p. 32
Ciertamente algunos piensan que el cristianismo no es tanto una religión práctica como algo para el más allá, es decir, un camino que permite reunir puntos para una cuenta en el otro mundo.
Es cierto que el más allá forma parte de la perspectiva vital del cristianismo. Sise pretendiera suprimirlo, nuestra perspectiva se convertiría en un extraño fragmento, quedaría hecha añicos. La vida humana quedaría burdamente mutilada si sólo la considerásemos desde la óptica de esos setenta u ochenta años que podemos vivir. Así surge esa extraña avidez de vida. Si la vida momentánea es lo único que puedo tener, naturalmente he de procurar sacar y acumular el máximo posible. Lo que me impide mostrar la menor consideración hacia los demás.
El más allá me proporciona las pautas y confiere a esta vida la seriedad y el peso para no tener que vivir exclusivamente en función del instante, sino de manera que al final esta vida sirva, valga algo -y no sólo para mí, sino para el conjunto-. El Dios que escucha no nos exime de responsabilidad, sino que nos enseña a ser responsables. Nos impulsa a vivir con responsabilidad lo que senos ha dado, para que de ese modo también algún día lleguemos a ser capaces de salir airosos ante Él.
p.32
Cristo dice: «Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá». Por otro lado, cuando mi hijo, por ejemplo, está haciendo los deberes,pide ayuda a Dios. Pero, para ser sinceros, no siempre da resultado.
Se pide, por ejemplo, salud; la madre para su hijo, el marido para la esposa; se pide que un pueblo no se precipite en un tremendo error -y sabemos que no siempre es escuchado-. Para una persona que se encuentre en una situación de vida o muerte, esto puede convertirse en un gran interrogante. ¿Por qué no ha recibido respuesta, o al menos no la respuesta que pidió? ¿Por qué calla Dios?, se preguntará. ¿Por qué se aleja? ¿Por qué sucede justo lo contrario delo que yo quería?Este distanciamiento entre la promesa de Jesús y lo que experimentamos en nuestra propia vida ha hecho reflexionar a todas las generaciones, a cada individuo y, desde luego, a mí. Pero cada uno debe luchar para obtener por sí mismo una respuesta, aprendiendo finalmente a entender por qué Dios le ha hablado precisamente así.
p. 33
¿ Y qué respuesta es ésa?
San Agustín y otros grandes afirman que Dios nos da lo que es mejor para nosotros -aunque no podamos advertirlo por anticipado-. En efecto, a menudo consideramos que lo mejor para nosotros es justo lo contrario de lo que Él hace. Deberíamos aprender a aceptar y a considerar como una señal ese camino que, según nuestra experiencia y nuestro dolor, nos resulta tan penoso. […].
p. 34
¿QUEJUMBROSO COMO JOB?
p.36
Cristo dijo una vez: «Quien quiera ganar su vida, la perderá». Y sólo quien pierde su vida, quien está dispuesto a entregarla, adopta la perspectiva correcta, abriendo de ese modo la posibilidad de encontrarla. Es decir, que en última instancia he de descartar la pregunta de qué obtengo a cambio. He de aprender a darme cuenta de que es importante soltarse. He de estar dispuesto a darme.
p. 37
Eso es fácil de decir.
Sin embargo, cualquier amor humano sólo se convierte en verdaderamente enriquecedor y grande cuando estoy dispuesto a renunciar a mí mismo por esa persona, a salir de mí mismo, a entregarme. Esto es válido sobre todo en la gran escala de nuestra relación con Dios, de la que, en definitiva, derivan todas las demás relaciones.
Tengo que comenzar por dejar de mirarme, y preguntarme qué es lo que Él quiere. Tengo que empezar aprendiendo a amar, pues el amor consiste en apartar la mirada de mí mismo y dirigirla hacia Él. Si a partir de esta tendencia fundamental, en lugar de preguntarme qué es lo que puedo conseguir para mí mismo, me dejo sencillamente guiar por Él, si me pierdo realmente en Cristo, si me dejo caer, me desprendo de mí mismo, entonces me doy cuenta de que ésa es la vida correcta, porque de todos modos yo soy demasiado estrecho para mí solo. Cuando salgo al aire libre, valga la expresión, entonces y sólo entonces comienza y llega la grandeza de la vida.

Ahora seguramente se dirá que esta historia puede ser muy duradera.
Bueno, como es lógico, este camino no se recorre de la noche a la mañana.Dedicarse especialmente a conseguir una felicidad rápida no encaja con la fe.Y quizás una de las razones de la actual crisis de fe sea que queremos recoger en el acto el placer y la felicidad y no nos arriesgamos a una aventura que dura toda la vida -con la enorme confianza de que ese salto no termina en la nada sino que, por su naturaleza, es el acto de amor para el que hemos sido creados-. Y en realidad es lo único que me proporciona lo que quiero: amar y ser amado, hallando de ese modo la auténtica felicidad.

p.38
MOVER MONTAÑAS

Pero el propio Jesús dice: «Si vuestra fe sólo fuese tan grande como un grano de mostaza, diríais a esta montaña: “¡Trasládate de aquí allí!”. Y ella lo haría. Nada sería imposible para vosotros»

[…]. En realidad, Jesús alude a las montañas que obstaculizan nuestra vida. Y éstas son casi siempre mucho más importantes que las que figuran en los mapas. Esas montañas puedo superarlas, de hecho, si me pongo en las manos de Dios.

¿Gracias a una especie de autosugestión?
El acto de fe no es convencerse en cierto modo de una idea o atribuir un poder a la fe. El acto de fe consiste en confiar en que Dios está ahí y puedo ponerme en sus manos. Entonces también desaparecerá la montaña. […].
p. 40

DIOS Y LA RAZÓN

La Iglesia y sus santos subrayan que también se puede comprender,comprobar y demostrar la fe cristiana por medio de la razón. ¿Es cierto?

Sí, pero con limitaciones. Es verdad que la fe no es un entramado de imágenes cualesquiera que uno pueda forjarse a su antojo. La fe asalta nuestra inteligencia porque expone la verdad -y porque la razón está creada para la verdad-. En ese sentido, una fe irracional no es una verdadera fe cristiana.La fe desafía nuestra comprensión. Y en esta conversación también intentamos averiguar que todo eso -empezando por la idea de la creación hasta la esperanza cristiana- es una formulación inteligente que nos presenta algo razonable. En este sentido se puede demostrar que la fe también se adecua ala razón.

Precisamente los científicos han teorizado una y otra vez sobre la cuestión deDios y la fe. He traído algunas citas. Isaac Newton, por ejemplo, el fundador dela física teórica, afirmó: «La maravillosa organización y armonía del universo sólo puede haberse realizado de acuerdo con el plan de un ser omnisciente ytodopoderoso. Éste es y seguirá siendo mi conocimiento último y supremo». Augustin Louis Chaucy, matemático francés, opinaba: «Soy cristiano, lo que significa que creo en la divinidad de Cristo como Tycho de Brahe, Copérnico,Descartes, Newton, Leibnitz, Pascal… como todos los grandes astrónomos y matemáticos del pasado». Y el italiano Guglielmo Marconi, un premio Nobel al que debemos la telefonía sin hilos y, en consecuencia, la generación del teléfono móvil, lo expresó así: «Declaro con orgullo que soy creyente. Creo enel poder de la oración. Y no sólo como católico creyente, sino también como científico».

No hay duda, al hacernos cristianos no nos precipitamos en una aventura supersticiosa. Yo sólo mencionaría dos salvedades: la fe no es comprensible en el sentido de que pueda aprehenderse igual que una fórmula matemática,sino que se adentra en estratos cada vez más profundos, en la infinitud de Dios, en el misterio del amor. Dentro de ese ámbito existe un límite de lo que se puede entender únicamente pensando. Sobre todo de lo que, en cuanto seres limitados, podemos comprender y elaborar con el intelecto.Nosotros no podemos entender del todo a las demás personas porque ello implica descender a simas más profundas de lo que la razón nos permite verificar. Tampoco podemos comprender en última instancia la estructura de la materia, sino llegar siempre a un punto determinado. Tanto más razonable es la imposibilidad de someter a la inteligencia todo lo que significan Dios y su palabra, porque la superan con creces.
En este sentido, la fe tampoco es realmente demostrable. Yo no puedo decir que quien no la acepte es tonto. La fe responde a un camino vital en el que la experiencia va confirmando poco a poco la creencia, hasta que se revela plena de sentido. Es decir, que a partir de la razón existen aproximaciones que me conceden el derecho a aceptarla. Me proporcionan la certidumbre de que no me entrego a una superstición. Pero la demostrabilidad exhaustiva, como la que disponemos para las leyes físicas, no existe.

¿Cabe afirmar que es necesario ampliar el espíritu humano para conocer cada vez mejor a Dios?
[…]. Porque uno también puede ahogarse en lo meramente fáctico. Quien no consigue percibir el misterio que impera en los hechos de la naturaleza o de la historia, llena su cabeza y su corazón con un montón de cosas que acaso lo incapaciten para la profundidad y amplitud espiritual.
Dicho con otras palabras, el efecto de los grandes conocimientos científicos puede conducir por una parte a que la persona sea incapaz de ver más allá delo fáctico, hecho que limita, en definitiva, el horizonte. Por saber tanto, sólo puede seguir pensando siempre en el plano de lo fáctico, lo que le impide dar el salto al misterio. Ya sólo ve lo palpable. Y desde el punto de vista metafísico, la persona se vuelve más tonta. Pero, por otro lado, también puede ocurrir que precisamente la grandeza de la percepción, al captar los reflejos tan diversos de la inteligencia divina en la realidad, agrande y amplíe nuestra imagen de Dios y mostremos ante Él un respeto, una humildad y una admiración aún mayores.

p. 43
UNA CONTRADICCIÓN

Por un lado están los mandamientos de Dios, por otro nuestra naturaleza humana. Ambas cosas proceden de la creación. Y sin embargo cualquiera puede comprobar que, a menudo, encajan con enorme dificultad. Los malos pensamientos y las malas acciones son evidentemente humanos. En cualquier caso, esta paradoja nos conduce una y otra vez a una situación que nos desborda.

La fe cristiana está convencida de que hay una perturbación en la creación. La existencia humana no es como salió realmente de las manos del Creador. Está lastrada con un factor diferente que, además de la tendencia creada hacia Dios, también dicta otra, la de apartarse de Dios. En este sentido, el ser humano se siente desgarrado entre la adaptación original a la creación y su legado histórico.
Esta posibilidad, ya existente en la esencia de lo finito, de lo creado, se ha conformado en el curso de la historia. Por una parte el ser humano ha sido creado para el amor. Está aquí para perderse a sí mismo, para darse. Perotambién le es propio negarse, querer ser solamente él mismo. Esta tendencia se acrecienta hasta el punto de que por un lado puede amar a Dios, pero también enfadarse con él y decir: «En realidad me gustaría ser independiente,ser únicamente yo mismo».
Si nos examinamos con atención, también observaremos esta paradoja, esta tensión interna de nuestra existencia. Por una parte consideramos correcto lo que dicen los diez mandamientos. Es algo a lo que aspiramos y que nos gusta. Concretamente ser buenos con los demás, ser agradecidos, respetar la propiedad ajena, encontrar el gran amor en la relación entre los sexos que después conllevará una responsabilidad mutua que durará toda la vida, decir la verdad, no mentir. En cierto modo, ésta es una tendencia que no está solamente dirigida contra nosotros, ni es únicamente un yugo sobre nuestros hombros.

Por otra parte sentimos el hormigueo de sustraernos a ella.
Ahí está el gusto por la contradicción, la comodidad de la mentira, la tentación de la desconfianza -todo eso también existe en el ser humano por una tendencia a la destrucción, por la voluntad del no.
Esta paradoja muestra una cierta perturbación interna en el ser humano que,lisa y llanamente, le impide ser el que querría ser. «Veo lo que es bueno y lo apruebo», dijo Ovidio, el poeta latino, «y sin embargo después hago lo contrario.» Y san Pablo también afirmó en el capítulo 7 de la Epístola a los Romanos: «No hago lo que quiero, sino lo que aborrezco». A partir de eso asciende finalmente en san Pablo este grito: «¡¿Quién me redimirá de esta contradicción interna?! ». Y en este punto san Pablo comprende realmente por primera vez a Cristo -y a partir de ese instante llevó la respuesta redentora de Cristo al mundo pagano.

No obstante, hay otra contradicción externa. Es la existente entre el mensaje de alegría de ese Dios presuntamente bueno, «amable», y la verdadera situación de nuestro inundo. La consecuencia es la decepción de Dios. Muchas Personas no perciben un ápice de su efecto presuntamente salvador. Y, aveces, hasta yo pienso que acaso la fe ya no resista nuestras ideas tan desarrolladas. En realidad, Él no puede soportar la luz plena de los hechos.

Aquí se añade, a la contradicción interna de la que acabamos de hablar, el momento colectivo. Existe una conciencia colectiva que fortalece la contradicción. Que da la razón a las tendencias egoístas de alejamiento de Dios y aspira a caminos vitales en apariencia más cómodos. Cada persona no sólo vive ella misma, también es vivida siempre, es conformada o también cotentada y deformada.
Existen distintos niveles de decadencia o también de construcción de sociedades. Las comunidades pueden ser sustentadoras y encaminarme deforma que la contradicción interna se mitigue poco a poco y desaparezca. Pero por otro lado, existen las colectividades del promedio, donde uno dice, bueno,los demás también lo hacen. Se trata de sociedades donde el robo se ha vuelto normal, el soborno ya no se considera inconveniente y la mentira es la forma habitual de relación.
Las sociedades pueden tirar de la persona cada vez más hacia abajo -o ayudarla a ascender-. En el primer caso reina un predominio tal de las cuestiones materiales y una vinculación intelectual a lo meramente material que todo lo que trascienda ese materialismo parece algo superado, absurdo e inadecuado a la persona. En el segundo caso existe realmente una cierta evidencia de Dios, y es más fácil moverse hacia Él.

¿Pero por qué no debería ser la vida simplemente fácil, grata y placentera?

Como es lógico, satisfacerse con lo material, con lo palpable, con las vivencias felices que se puedan comprar y suministrar, es, por el momento, lo más sencillo. Puedo entrar en un local de diversión, y a cambio del dinero de la entrada vivir una especie de éxtasis, ahorrándome de ese modo todos los esfuerzos del difícil camino de la autorrealización y la autosuperación. Esta tentación es grandísima. La felicidad se convierte entonces en una mercancía susceptible de ser vendida y comprada. Éste es el camino más cómodo, el más rápido, la contradicción interna parece eliminada, porque la cuestión divina ya es innecesaria.

Pero también se podría considerar el estilo de vida civilizado desarrollado y absolutamente acorde con nuestro mundo moderno.

Sin embargo, también sabemos que esto se revela muy pronto como un engaño. El individuo lo nota, al final me quedo vacío, estoy agotado, y cuando caigo desde el éxtasis ya no soy capaz, en definitiva, ni de soportarme ni de soportar al mundo. En ese momento se pone de manifiesto que he sido engañado.
Lo cierto es que nunca participamos en este drama sólo personalmente, con nuestra propia intimidad, sino bajo la modalidad del nosotros. Esta forma colectiva puede dificultar o facilitar nuestro destino. La Iglesia antigua instituyó el catecumenado por este motivo. Su intención era crear una especie de sociedad alternativa en la que uno pudiera adaptarse a Dios y, mediante la convivencia con los demás, llegar poco a poco a la zona donde se podía aprender a verle. Durante el periodo que mediaba hasta el bautizo, llamado iluminación, llegaba el momento en que surgía en el individuo el conocimiento adquiriendo con ello la independencia en la fe.
Creo que hoy, en sociedades de orientación atea o agnóstico-materialista, eso se ha convertido en una nueva necesidad. Antes daba la impresión de que la Iglesia y la sociedad estaban muy identificadas. Ahora la Iglesia tiene que esforzarse de nuevo para presentar espacios alternativos donde no sólo se ofrezca el nosotros gravoso y degradante sino un nosotros que abra, que sustente al individuo y le enseñe a ver.

La cuestión es si la fe nos hace de verdad mejores, más compasivos y altruistas, menos codiciosos, menos vanidosos. Tomemos a los que el propio Dios ha elegido para la fe, a aquellas personas que por su designio sólo deberían pensar en agradar a Dios y convertirse en seres humanos casi perfectos. ¿Por qué se encuentran también entre los clérigos, entre los monjes y monjas, dosis tan elevadas de rivalidad, de envidia, de celos, de mentira y de falta de caridad? ¿Por qué su fe no los ha hecho mejores?

Esta pregunta es, de hecho, muy opresiva. En ella comprobamos de nuevo que la fe no está simplemente ahí, sino que puede contraerse o crecer, moverse por una línea ascendente y descendente. No es una garantía acabada sin más,algo que uno pueda considerar un capital desembolsado que crece y crece. La fe va siempre vinculada a una libertad muy frágil. Nosotros desearíamos que fuera diferente. Pero éste es precisamente el riesgo difícilmente comprensible de Dios, que no nos haya administrado una medicina más fuerte.
Aun cuando se comprueba que en el mundo de los creyentes existen conductas erróneas (en las que subyace siempre un debilitamiento de la fe),tampoco debemos pasar por alto el otro balance. En efecto, las historias de tantas personas sencillas, bondadosas, a las que la fe ha hecho buenas,demuestran que la fe produce efectos muy positivos. Pienso sobre todo en las personas ancianas de parroquias muy normales que han madurado gracias a la fe hasta alcanzar una enorme bondad. En los encuentros con ellas se percibe calidez, una especie de brillo interior.
Y al revés: también hemos de constatar que la sociedad, con la evaporación dela fe, se ha vuelto más dura, más violenta, más mordaz. El ambiente, esto lo ha dicho hasta un teólogo tan crítico como Vorgrimler, no ha mejorado, sino que se ha tornado más irritable y maligno.
p. 48

LO MISTERIOSO

El mundo de los cristianos es un mundo en el que lo invisible es tan natural como lo visible. Los cristianos están rodeados de ángeles y ángeles custodios.Pueden contar con la ayuda del Espíritu Santo. Pueden, si lo desean, pedir consuelo y ayuda a la Virgen María. […].

[…]. Lo cierto es que en la fe percibimos una realidad según la cual no existen únicamente las cosas palpables. De hecho, los grandes santos siguen vivos. Esa gran familia está ahí, y percibirla significa que estoy rodeado de atención y de amor. […].

Sin embargo, cada vez menos personas parecen conocer los misterios de la fe.¿Cómo ha sucedido esto?

Acaso algo en nuestra fe se había vuelto demasiado mecánico. A lo mejor también existía demasiada alienación, demasiada poca penetración íntima, tal como manifiestan las palabras de Guardini. La fe tiene que ser revivida y reencontrada en cada generación. Y a la inversa:cuando una generación ya no percibe la fe cristiana y sus poderes auxiliadores,emprende otro tipo de búsqueda, en ámbitos esotéricos, donde uno intenta procurarse ayuda con piedras y qué sé yo con qué cosas más. Es decir, se buscan nuevas formas de convocar a poderes invisibles porque el ser humano siente que podría o debería tener otros auxiliadores. […]

p. 50
¿ESTÁ TODO ESCRITO?

[…]. Dios ha creado la verdadera libertad y también permite desbaratar sus planes(aunque lo hace de una forma que siempre vuelve a crear algo nuevo). […].
[…]. El hecho de que Dios lo sepa todo y sin embargo sean posibles otros proyectos es algo que ha traído de cabeza a los más grandes filósofos y teólogos. En algún lugar terminan nuestras posibilidades, pues no somos Dios, y nuestro horizonte es, en definitiva, muy limitado.
Pero pienso que podemos entender lo inmediato: Dios tiene la historia en la mano, me tiene a mí en la mano, pero me deja la libertad de convertirme personalmente y de verdad en un amante o en renegar del amor. En este sentido, Dios no ha cifrado mi código de manera invariable, sino que ha incluido en él la posibilidad de variación que nosotros denominamos libertad.

p. 52
¿SON REALES LOS MILAGROS?

La fe siempre considera posibles los milagros, y ya en vida de los apóstoles seles ofreció mucho dinero por revelar el secreto de su poder milagrero. […].

p. 55 p. 32
¿DIOS Sí, IGLESIA NO?

El vocablo griego del que deriva iglesia significa en sentido original: “La que pertenece al Señor”. ¿Quiere decir esto que la Iglesia pertenece al mismo Dios?

Exacto. Ekklesía significa “llamar”, “la llamada”. La palabra, en su significado técnico, quiere decir `asamblea’, que un el ámbito griego se refería a la asamblea del pueblo de las democracias de entonces. […]. En ese sentido significa “los convocados por Dios”, aquellos que están reunidos con Él, los que pertenecen a Dios y saben que Él está entre ellos.
[…].
p. 58
Seguramente nunca se le habrá pasado por la cabeza abandonar la Iglesia.¿No existe nada en ella que le moleste o incluso le irrite?

En efecto, jamás se me ocurriría abandonar la Iglesia, pues, a decir verdad, es mi patria más íntima. Estoy tan fundido con ella desde que nací que sin ella en cierto modo me partiría en dos, incluso me destruiría.
Pero, como es natural, en conjunto siempre hay cuestiones que le irritan a uno.Empieza en la iglesia local y puede llegar hasta el ámbito del gobierno global de la Iglesia, en el que trabajo ahora. Siempre hay personas y cosas molestas. Pero uno tampoco se separa de su familia por mucho que se enfade; y menos cuando el amor que te une con los demás es más fuerte; cuando es la fuerza original que sustenta tu vida.

p. 60
«Dios sí, Iglesia no» se ha convertido en un lema habitual. San Cipriano,obispo de Cartago (zoo-zs8), dijo a este respecto: «Fuera de la Iglesia no hay salvación», pues «quien no tiene por madre a la Iglesia no puede tener por padre a Dios». Estas palabras, ¿siguen siendo válidas hoy?
No, si las entendemos como que todos los no cristianos están condenados al infierno. Pero significa que, en cierto modo, uno necesita a la madre aunque no la conozca, la comunidad que te alumbra la fe y te entrega a Dios. San Cipriano habla de la relación entre Dios y la Iglesia en el contexto de la persecución. Alude a gentes que abandonan la Iglesia por miedo al martirio y que, sin embargo, creen seguir aferrados a Jesucristo, a Dios. […].
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FUENTE:
https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

GOTT UND DIE WELT / Joseph Ratzinger (02)

25 de May de 2018

https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

2. SOBRE DIOS / p. 51 pág. 91

Vayamos al fondo del asunto, como usted lo denomina, al origen y meta de la vida, a Dios. La profesión de fe del cristianismo comienza con la frase: «Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra…». […].

Ese «creo» es un acto consciente del «yo». Un acto que engloba voluntad y discernimiento, iluminación y guía, que me han sido dadas. En esto consiste la confianza o también la difusión, ese salir de sí mismo para remitirse a Dios. Y esta remisión no se dirige a un poder superior, sino al Dios que me conoce y me habla. Que realmente es un yo -aunque muy superior-, al que puedo acercarme y que se me acerca.

¿A qué se refiere usted cuando dice que Dios es también un «yo»?

Lo digo en el sentido de que es persona. Dios no es la matemática general del universo. No está, si me permite la expresión, embutido en el mundo a modo de espíritu. Tampoco es una armonía imprecisa de la naturaleza o un «infinito» superior a cualquier ponderación, sino el creador de la naturaleza, el origen de la armonía, el viviente, el Señor.

Un momento, por favor, ¿cree usted acaso que Dios es una persona? ¿Que puede oír, ver, sentir…?

… sí, Dios tiene lo esencial de aquello a que nos referimos con persona, es decir, conciencia, conocimiento y amor. Es, por tanto, alguien capaz de hablar y de escuchar. Esto es, creo, lo esencial de Dios. La naturaleza puede ser admirable. El cielo estrellado es grandioso. Pero queda reducido a una admiración impersonal, porque en última instancia me convierte también a mí en un pequeño elemento de una máquina gigantesca.
El verdadero Dios, sin embargo, es más que eso. No es sencillamente la naturaleza, sino que la precede y la sustenta. Es un ser capaz de pensar, hablar, amar y escuchar. Y Dios, nos dice la fe, es por naturaleza relación. A eso nos referimos cuando lo consideramos uno y trino. Por ser relación en sí, puede crear seres que son asimismo relación y que pueden remitirse a Él porque Él se ha remitido a ellos.

«Quien acepta este credo», dijo usted en cierta ocasión, «renuncia a la legalidad del mundo en el que vive.»

Aludía a que el misterio de la resurrección de Cristo nos eleva por encima de la muerte. Lógicamente, por nuestra condición de seres humanos vivimos siempre en este mundo sometidos a las leyes naturales. En la naturaleza rigen la muerte y la vida. Pero en Cristo vemos que la persona es algo definitivo. No es sólo un elemento en el gran proceso del nacimiento y de la muerte, sino que es y seguirá siendo un objetivo propio de la creación. En este sentido, el ser humano ha sido arrancado del simple remolino del eterno perecer y nacer e introducido en la estabilidad del amor creador de Dios.

¿Por qué se simboliza a Dios con un triángulo desde cuyo centro nos mira fijamente un ojo?

El triángulo es un intento de representar el misterio de la unidad trinitaria. El ser humano quiere expresar con ello que ese carácter tripartito se convierte en una realidad única y que la triple relación amorosa se funde en una unidad suprema. El ojo es el símbolo del conocimiento, antiquísimo y propio de la historia de las religiones. Indica que Dios es el Dios que ve, y la persona vista, a su vez, se convierte en alguien que ve a través de Dios. […]-. La simbología del ojo está bien entendida cuando expresa la eterna dedicación, cuando me dice: «Yo nunca estoy solo, siempre hay alguien que me quiere, que me coge y me sostiene».

En la tradición judía se habla de que Dios, antes de crear el mundo, sólo existía de manera latente. En consecuencia, Dios necesitaba el mundo para convertirse en lo que es.[…] La pregunta es: ¿qué había realmente antes del principio? ¿Quién creó a Dios?

Esta es una de las muchas ideas que proceden de la tradición judía. Pensamientos parecidos también aparecieron mas tarde en la mística cristiana, por ejemplo en el maestro Eckart. Pero no responden al ideal bíblico, como si Dios sólo se convirtiera en Él mismo creando algo. No, el Dios cristiano, el Dios que se nos revela, es Dios. «Yo soy el que soy», dice. Por esto huelga también extenderse en otras preguntas, como por ejemplo: ¿quién le ha creado y quién creó luego al que creó a ése y así sucesivamente? O también: ¿es el espíritu creador la plenitud del ser, que está más allá del nacimiento y de la muerte?
Yo creo que cabría formularlo así: la propia realidad en sí es creativa. Dios no necesita al mundo. Esto lo ha subrayado siempre con mucho énfasis la fe cristiana y también el Antiguo Testamento. Al contrario que los dioses que necesitan a las personas para mantenerse y alimentarse de ellas, Dios, en sí mismo, no las necesita. Es el Uno, el Eterno, el Ser Pleno. La fe trinitaria nos dice que es Aquel que ama en sí, en ese eterno círculo del amor que representa al mismo tiempo la suprema unidad y también la alteridad y la unión vital.
Por otra parte, el pensamiento «Dios es amor» conlleva la pregunta: ¿quién es amado? Ésta se resuelve en la trinidad de Dios, que se entrega convertido en Hijo y que se devuelve convertido en Espíritu Santo. Es decir, que la creación es, en este sentido, un acto muy libre, y así lo ha subrayado siempre la tradición cristiana (y con ella los sectores fundamentales de la tradición judía): la creación no supone obligación alguna para Dios, sino que es un acto de libertad.

¿Pero por qué tendría que asumir Dios esta aventura de la creación del mundo y del ser humano?

A Romano Guardini, que percibió todo lo triste de la creación y se preguntó por qué lo hacía si en realidad podía prescindir de ella, le atormentó terriblemente esta pregunta. Nosotros no podemos contestarla. Sólo aceptar que Él, pese a todo, así lo quiso; quería una criatura a su imagen y semejanza, capaz de conocerle, ampliando de ese modo, valga la expresión, el radio de su amor. Los antiguos intentaron expresarlo con una idea filosófica: «El bien lleva en su seno el afán de participarse». En ese sentido Dios, que es la pura bondad, se desborda. Tampoco existe una respuesta definitiva a esto. Sin embargo, lo esencial es que la creación es una donación libre y no una necesidad de Dios, pues, de lo contrario, sólo sería medio Dios, y por tanto únicamente una esperanza a medias.

¿DIOS ES HOMBRE O MUJER?

¿ Dios es hombre o mujer?

Dios es Dios. No es ni hombre ni mujer, sino que es Dios por encima de todo. Es la Alteridad Absoluta. Yo creo que es muy importante consignar que la fe bíblica siempre tuvo claro que Dios no es ni hombre ni mujer, sino precisamente Dios, y que el hombre y la mujer le copian. Los dos descienden de Él y las potencialidades de ambos están contenidas en Él.

Pero el problema es que la Biblia, habla de Dios como padre, representándolo con una imagen masculina.

En primer lugar hemos de reconocer que, efectivamente, la Biblia utiliza en la oración la imagen del padre y no de la madre, pero en las imágenes sobre Dios siempre le ha añadido atributos femeninos. Por ejemplo: cuando se habla de la «compasión» de Dios en el Antiguo Testamento, no se menciona el vocablo abstracto «compasión», sino un término corporal, Rachamin, el “seno materno” de Dios, que representa la compasión. El significado espiritual de esta palabra simboliza también la maternidad divina. Todas las expresiones gráficas que se utilizan sobre Dios en la Biblia dejan claro, en ese mosaico de imágenes, que hombre y mujer proceden de Él, que los creó a ambos. En consecuencia, ambos están en Él, y sin embargo Él está al mismo tiempo por encima de ambos.

Queda la pregunta de por qué esto no se expresa en la oración.

Sí, ¿por qué la oración se refiere rígidamente a padre? Y la siguiente pregunta, aún más profunda: ¿por qué Dios ha venido a nosotros como «hijo»? ¿Por qué al encarnarse Dios se hizo hombre? ¿Y por qué este hijo de Dios nos enseñó a su vez a llamar junto con Él Padre a Dios, de forma que esa designación ya no es solamente un símbolo que podría superarse en el curso de la historia de la fe, sino una palabra que puso en nuestra boca el propio Hijo?

¿ Lo sabe Usted ?

Me gustaría asegurar primero que la palabra «Padre» sigue siendo, lógicamente, una metáfora. Sigue siendo cierto que Dios no es ni hombre ni mujer, sino Dios. Desde luego se trata de una expresión que Cristo nos dio para orar, una imagen con la que quiere proporcionarnos algo de la idea de Dios. ¿Pero por qué? Esta pregunta nos plantea una nueva fase de la reflexión, pero creo que, en última instancia, carece de respuesta. Quizá podamos decir dos cosas. Una: las religiones de los pueblos cercanos a Israel conocían las parejas de dioses, Dios-hombre y Dios-mujer. Por el contrario, el monoteísmo excluyó la idea de la pareja divina […] Dos: allí donde se utilizaron las imágenes de las divinidades madres, éstas transformaron la idea de la creación hasta un punto que llegó a convertirse en emanación, en nacimiento, lo que originó casi forzosamente modelos panteístas. El dios representado en la imagen del padre, por el contrario, crea mediante la palabra, con lo que se establece una diferencia específica entre creación y criatura.

¿CÓMO ES DIOS?

Aunque Dios no sea ni hombre ni mujer, ¿se puede decir como es? El Antiguo Testamento nos informa de sus estallidos de furia y de los subsiguientes castigos.[…] ¿Sigue siendo hoy Dios tan iracundo como antaño, o ha cambiado?

[…] La ira de Dios revela que yo me he alejado del amor divino. Quien se aparta de Dios, quien se aparta del buen camino, se acerca a la ira. Quien sale del amor, entra en lo negativo. Así pues, no es algo que te imponga cualquier dictador despótico, sino únicamente la expresión de la lógica interna de una actuación. Si salgo de lo que es adecuado a mi idea de la creación, si salgo del amor que me sustenta, entonces caigo sin más en el vacío, en la oscuridad. Entonces ya no estoy dentro del ámbito del amor, sino en otro que cabría considerar el ámbito de la ira. Los castigos de Dios no son castigos en el sentido de que Dios establezca multas policiales y le guste perjudicarnos. En realidad la expresión «castigo de Dios» manifiesta que he errado en el buen camino y pueden sobrevenirme consecuencias posteriores por seguir huellas falsas y abandonar la verdadera vida.

¿Cómo no vamos a tener sensación de dependencia, incluso de tutela, cuando decimos: «Es Dios quien efectúa en vosotros el querer y el obrar»? ¿Qué Dios es ese que tiene que mostrarnos siempre que no somos nada sin Él? Y a la inversa: ¿acaso tampoco es responsable de nosotros? Porque, ¿quién tiene culpa alguna de estar en este mundo? Hay bastante gente que no se muestra entusiasmada por ello.

Lo importante es que la Iglesia represente la imagen de Dios lo bastante grande, sin dotarla de amenazas falsas y atroces. Esto sucedió seguro en un momento de la catequesis y acaso ocurra todavía en algún que otro lugar. Al contrario, hemos de representar siempre a Dios en toda su grandeza a partir de Cristo, un Dios que nos deja caminar agarrados a una cuerda muy larga. A veces incluso cabría creer que en realidad debería hablarnos con algo más de claridad, pues a uno le gustaría preguntar: ¿por qué nos da tanta cancha? ¿Por qué deja al mal tanta libertad y tanto poder? ¿Por qué prefiere no intervenir?

¿DÓNDE ESTÁ DIOS?

Sigamos con Dios, con la pregunta de dónde está y cómo se le puede encontrar.[…]. El Libro de la Sabiduría afirma que Dios «se deja hallar por los que no le tientan y se manifiesta a los que no desconfían de Él». ¿Dónde está Dios exactamente?
Comencemos con el Libro de la Sabiduría. Ahí hay unas palabras que me parecen muy actuales: «Dios se deja hallar por los que no le tientan », es decir, por aquellos que no desean someterle a un experimento. Esta verdad se conocía ya en el mundo helenístico y sigue siendo muy acertada. Si pretendemos poner a Dios a prueba -¿estás ahí o no?- y hacemos determinadas cosas pensando que Él tendría que reaccionar, cuando lo convertimos, valga la expresión, en nuestro objeto de experimentación, habremos tomado un rumbo en el que, a buen seguro, no lograremos encontrarle. Porque Dios no se somete al experimento.[…].

Uno de mis amigos dice: «No siento nada incluso yendo todos los domingos a la iglesia. Sólo veo que no hay nada».

Es que Dios no es alguien al que podamos obligar a gritar en determinados momentos: « ¡Eh, aquí estoy!». A Dios se le encuentra precisamente cuando no le exponemos a los criterios de la falseabilidad del experimento moderno y de la demostración de la existencia, sino cuando lo consideramos Dios. Y considerarlo Dios significa mantener una relación completamente distinta con Él.

Yo puedo investigar cosas materiales desde el punto de vista operativo y ponerlas a mi servicio porque están por debajo de mí. Pero no comprenderé a una persona tratándola de ese modo. Al contrario, sólo percibiré algo de ella si comienzo a situarme en el interior de su alma mediante una especie de simpatía. Lo mismo ocurre con Dios. A Dios sólo puedo buscarlo dejando a un lado esos sentimientos de poder. En lugar de ello debo desarrollar sentimientos de buena disposición, de apertura, de búsqueda. He de estar dispuesto a esperar con humildad y a dejar que se muestre como Él quiera, y no como yo deseo.

¿Pero dónde está Dios exactamente?

[…] Utilizando una formulación positiva: no hay nada donde no esté, porque está en todo. Y negativa: en ningún caso está donde está el pecado. Si la negación eleva a poder el no estar, ahí no está. Dios está en todas partes y, sin embargo, existen distintos niveles de aproximación, porque cada nivel superior del ser se le acerca más. Cuando
comienzan la comprensión y el amor se alcanza una nueva forma de proximidad, una nueva forma de presencia.

Por tanto, Dios está donde hay fe, esperanza y amor, porque, al contrario que el pecado, son el ámbito en el que nosotros nos encontramos en las dimensiones de Dios. En este sentido, Dios está en todas partes donde acontece el bien, presente en una forma específica, y concretamente más allá de la mera existencia eterna y ubicua. Podemos hallar una forma más profunda de presencia suya justo cuando nos acercamos a las cualidades que se corresponden al máximo con su esencia más íntima, es decir, la verdad y el amor, el bien en general.

Esa presencia más profunda, ¿significa que Dios no está en algún lugar ahí fuera, en el universo, sino en medio de nosotros, en cada persona individual?

Sí, eso lo dice ya san Pablo en el areópago a los atenienses citando a un poeta griego: «En Dios nos movemos, vivimos y somos nosotros».
Que nos movemos y estamos inmersos en la atmósfera de Dios creador es aplicable, en primer lugar y en general, a nuestra existencia biológica. Y es tanto más válido cuanto más penetramos en la absoluta especificidad de Dios. Podemos formularlo así: cuando una persona obra bien con otra, se acerca especialmente a Dios. Cuando en la oración alguien se abre a Dios, entra en una proximidad especial con Él. Dios no es una magnitud determinable según categorías físico-espaciales. No está a cien mil kilómetros de altura o a una distancia de años luz. En lugar de eso, la cercanía de Dios es una cercanía a categorías del ser. Donde está lo que más le representa, donde está la *Verdad y el Bien, ahí rozamos, sobre todo, al Eterno.

Pero entonces eso significa que su presencia no es automática, que Dios no siempre está presente.

Él siempre está presente en la medida en que sin Él yo no estaría conectado al grupo electrógeno de la existencia, si queremos expresarlo así. En este sentido hay una sencilla presencia existencial de Dios en todas partes. Pero la cercanía más profunda a Dios que le ha sido dada al ser humano puede reducirse o desaparecer por completo, y a la inversa, volverse inmensa. En una persona completamente penetrada por Dios existe, como es lógico, hay una mucho mayor cercanía íntima y presencia divina que en alguien que se ha alejado completamente de Él. Pensemos en la Anunciación a María. Dios quiere que María se convierta en su templo, un templo viviente, y no solamente por la morada física. Pero su conversión en una verdadera morada para Dios sólo es posible porque se produce la apertura íntima a Él, porque ella, en su existencia íntima, se adecua por entero a Él.

¿No podría ocurrir también que Dios se aleje, al menos de modo temporal? Einstein, por ejemplo, adoraba a Dios como arquitecto del universo, pero también opinaba que Dios ya no se interesaba por su creación ni por el destino del ser humano.

Esta idea del constructor, la idea del gran arquitecto, procede de un concepto limitado de Dios. Aquí Dios es una simple hipótesis marginal, necesaria para explicar el origen del universo. Él pone en marcha el conjunto, por así decirlo, que luego se mueve. Pero al ser para el mundo sólo una última causa física, Él también abandona la escena. Ahora la naturaleza goza de autonomía, pero Dios ya no puede moverse, y en su relación con el corazón humano, con esa otra dimensión del ser, en modo alguno se percibe de antemano semejante idea de la creación. Él ya no es entonces el Dios «viviente», sino una hipótesis que, a la postre, también se intenta convertir en superflua.

De todos modos, hasta los teólogos hablan de la «ausencia de Dios».

Eso es diferente. Ya en la Sagrada Escritura existe ese ocultamiento de Dios. Dios se oculta del pueblo desobediente. Enmudece. No envía profetas. También en la vida de los santos existe esa noche oscura. Son empujados, valga la expresión, a una especie de ausencia, al silencio de Dios, como Teresa de Lisieux, por ejemplo, y entonces han de padecer la oscuridad de los gentiles. Pero eso no significa que Dios no exista. Ni que carezca de poder, ni que ya no sea Amor. En esas situaciones históricas o vitales, la incapacidad de las personas para percibir a Dios provoca también una «oscuridad de Dios», en palabras de Martin Buber. Y esa incapacidad o desgana de las personas para percibir a Dios o remitirse a Él origina un aparente alejamiento de Dios.

¿QUÉ QUIERE DIOS?

Clemente de Alejandría, uno de los grandes Padres de la Iglesia, dijo: «El ser humano ha sido creado por Dios, porque fue deseado por sí mismo por parte de Dios». Bien, si Dios es amor desinteresado, ¿por qué insiste en ser adorado y glorificado?

El Santo Padre,[Karol Wojtyla] en las encíclicas, ha analizado a otra luz la expresión «creado por sí mismo». La tomó de Immanuel Kant y la desarrolló de nuevo. Kant había dicho que la persona es el único ser que es un fin en sí mismo y no un fin para otra cosa. El Papa [Juan Pablo II] afirma ahora: «De hecho, la persona es un fin en sí misma y no un fin para algo distinto». Aquí radica también la protección de cada individuo. Porque ese Dios creador ha establecido que nadie tiene derecho a utilizar a cualquier otra persona, por pobre o débil que sea, como un medio para Dios sabe qué fines, por elevados que sean. En la actualidad, con los experimentos humanos -y con las experiencias con embriones-, esto se ha convertido en una verdad muy importante, en una protección muy importante de la dignidad humana. El derecho humano por antonomasia es precisamente el de no convertirse en un medio, sino mantener la dignidad intacta.
Pero esta circunstancia no significa que la persona esté bien cuando se encierra en sí misma, cuando como individuo se transforma en un fin en sí mismo. La condición de ser relacional es inherente a la persona.

¿Qué significa eso?

El ser humano ha sido creado con una tendencia primaria hacia el amor, hacia la relación con el otro. No es un ser autárquico, cerrado en sí mismo, una isla en la existencia, sino, por su naturaleza, es relación. Sin esa relación, en ausencia de relación, se destruiría a sí mismo. Y precisamente esta estructura fundamental es reflejo de Dios. Porque Dios en su naturaleza también es relación, según nos enseña la fe en la Trinidad.
Así pues, la relación de la persona es, en primer lugar, interpersonal, pero también ha sido configurada como una relación hacia lo Infinito, hacia la Verdad, hacia el Amor.

¿Eso es una necesidad?

No denigra al ser humano. Esa relación no lo convierte en un fin, sino que le confiere su grandeza porque él mismo mantiene una relación directa con Dios y ha sido querido por Dios. Por eso no se debe contemplar la adoración a Dios como un asunto externo, como si Dios quisiera ser alabado o precisase de halagos. Eso lógicamente sería infantil y, en el fondo, enojoso y ridículo.

¿Entonces?

Adoración entendida en un sentido correcto significa que sólo vivo correctamente mi naturaleza en cuanto ser relacional, que constituye la idea íntima de mi ser. En consecuencia, es una vida que tiende hacia la voluntad de Dios, concretamente a la adecuación con la verdad y con el amor. No se trata de obrar para que Dios se alegre. Adoración significa aceptar el vuelo de flecha de nuestra existencia. Aceptar que mi finalidad no es algo finito y que por- tanto puede comprometerme, sino que yo descollo por encima de todos los demás fines. Concretamente en la unión íntima con el que me ha querido como compañero de relación y precisamente por eso me ha concedido la libertad.

¿Es eso lo que Dios quiere realmente de nosotros?

Si.

FUENTE:
https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

GOTT UND DIE WELT / Joseph Ratzinger (06)

22 de May de 2018
https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf
p. 88  / pág. 150
6. SOBRE LA LEY
 
SOBRE LAS CUATRO LEYES
La Iglesia ha desarrollado la doctrina de las cuatro leyes, que indican en qué orden está edificada la vida en nuestro mundo. Estas leyes son: primero, la ley natural; segundo, la ley de la concupiscencia; tercero, la ley de la antigua alianza con Moisés; y cuarto, la ley de la nueva alianza con Jesucristo[…].
En primer lugar hay que precisar que estas leyes no están al mismo nivel. La ley natural dice que la propia naturaleza contiene un mensaje moral. El contenido intelectual de la creación no es sólo matemático-mecánico. Ésta es la dimensión que eleva las ciencias naturales a leyes naturales. Pero hay más inteligencia, más «leyes naturales» en la creación. Ésta lleva en su seno un orden interno y nos lo revela. A partir de ella podemos leer los pensamientos de Dios y la forma correcta en que debemos vivir.
Segundo punto: la ley de la concupiscencia quiere decir que el mensaje de la creación está oscurecido. A él se opone una especie de dirección contraria existente en el mundo a través del pecado. Expresa el hecho de que el ser humano, como suele decirse, da coces contra el aguijón. […].
Tercer punto: la ley dela antigua alianza. También esta ley alberga un rico significado. El núcleo son los diez mandamientos del Sinaí. […].
Pablo considera a Jesucristo el que nos libra definitivamente de la ley a través de la libertad de la fe y del amor. No obstante, santo Tomás de Aquino,refiriéndose a las palabras de san Pablo, habló también de una ley, la ley de Cristo, que sin embargo es de muy distinta naturaleza. Tomás dice que la nueva ley, la ley de Cristo, es el Espíritu Santo, es decir, una fuerza que nos impulsa desde dentro, que no nos ha sido impuesta desde fuera.
[…]. Cristo no viene a derogar las leyes. Ni a declararlas inválidas o carentes de sentido. Tampoco san Pablo, aunque algunos crean encontrar en las posiciones paulinas una tensión con la palabra de Jesús transmitida por Mateo.Él dice que la antigua ley tiene una importancia pedagógica esencial hasta en sus menores detalles. Cristo viene para cumplirla. Pero esto significa también elevar la ley a un nivel superior. Él la cumple con su padecimiento, con su vida,con su mensaje. […].
[…]. Cuando se le preguntaba [a Cristo]: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?», respondía lo siguiente: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante a este: «Amarás al prójimo como a ti mismo»». […].
Esta es, de hecho, la gran ruptura, la gran síntesis que trajo Jesús. Desde los distintos ángulos y detalles mira el conjunto y nos dice: este doble mandamiento abarca realmente todo. Dios y el prójimo, eso es inseparable.Jesús realizó con ello una enorme simplificación que, al mismo tiempo, no supone un menoscabo o banalización, sino una esencialización. […].
LOS DIEZ MANDAMIENTOS
En el desierto del Sinaí, Moisés trazó una frontera alrededor del monte Horeb. Nadie debía cruzarla, excepto él. Al tercer día empezó a tronar y relampaguear,densos nubarrones cubrieron la montaña, sonaron trompetas. Toda la montaña humeaba, ardía y temblaba, y sólo Moisés subió a la cima para recibir de Dioslos diez mandamientos, la ley divina.Hasta aquí, el mito. Los diez mandamientos denotan para la Iglesia la preocupación de Dios por los hombres, deben señalarles el camino hacia una vida buena. Pero en primer lugar: ¿estas leyes fueron entregadas realmente por
Dios a Moisés en el monte Sinaí? ¿En forma de tablas de piedra,según se dice, «escritas por el dedo de Dios»?
[…]. En este relato se recurre a un lenguaje indudablemente simbólico. Este lenguaje expresa cosas que sólo se pueden describir con mucha dificultad. Que esos mensajes se nos comuniquen a través de visiones simbólicas no significa que se trate de sueños, de leyendas o incluso de cuentos.
Aquí tenemos una imagen que remite a un suceso verídico, a la auténtica irrupción de Dios en la historia, a un encuentro real entre Dios y ese pueblo -y a través de éste con la humanidad-.
[…]. El primer mandamiento: «Yo soy el Señor, tu Dios. No tendrás otros dioses además de mí».  […].
Hoy no existen dioses explícitamente declarados como tales, pero sí poderes ante los que los seres humanos se inclinan. El capital, por ejemplo, es uno de ellos, y la propiedad en general. O el afán de notoriedad, por poner otro ejemplo. En muchos aspectos, el becerro de oro es de palpitante actualidad en nuestro mundo occidental. El peligro simplemente está ahí.
Pero aún hay más. El semblante de uno de los dioses se desdibuja cada vez con mayor frecuencia. Esto sucede cuando se dice, bueno, en el fondo todos los dioses se refieren al mismo Dios. Es que cada cultura tiene su especial forma de expresión, y ya no importa mucho si se considera a Dios persona o no, si se le llama Júpiter, Shiva o de cualquier otra manera. Y cada vez es más evidente que ya no se toma en serio a Dios. Que la gente se ha alejado de Él para entregarse a espejismos en los que sólo se ve a sí misma.Lo vemos: en el momento en que el ser humano deja a Dios de lado, las tentaciones de la idolatría son enormes. En ese instante, nuestro mayor peligro es considerar a Dios superfluo. Está tan lejos, se dice, y adorarlo aparentemente tampoco aporta nada. Pero estamos olvidando que si arrancamos el pilar maestro sobre el que se asienta el ordenamiento de la vida humana, la persona irá desintegrándose paulatinamente.
El segundo mandamiento: «No tomarás el nombre de Dios en vano». Uno se pregunta: si Dios es tan grande, ¿por qué no está por encima de mis pequeños ultrajes, de las infracciones de un diminuto gusano terrenal?
No se trata de que podamos hacer algo a Dios y Él necesite vengarse por ello.Se trata de que mantengamos el equilibrio correcto. En el momento en que profanamos a Dios, desfiguramos su rostro y lo hacemos tan inaccesible que ya no brilla, del mismo modo que tampoco brilla ya el ser humano. […].
[…].
El tercer mandamiento: «Santificarás las fiestas».
[…]. Ya hemos dicho que en la mañana de la resurrección de Cristo el Sabbath adquiere una forma nueva. Esa mañana en la que el resucitado se presenta ante los suyos, en la que nos reunimos con Él, en la que Él nos invita a su casa, simboliza el día de la adoración y del encuentro con Dios, en el que Él viene a visitarnos y nosotros podemos visitarle.
El cuarto mandamiento: «Honrarás a tu padre y a tu madre, para que vivaslargos años sobre la tierra». Llama la atención que este mandamiento es el único que lleva aparejada una promesa. Jesús acentúa una y otra vez su importancia. […].
Este mandamiento es de hecho la Carta Magna de la familia. Aquí se establece un orden fundamental. La célula esencial de la sociabilidad y de la sociedad,nos dice, es la familia, son los padres y los hijos. Y sólo dentro de ese orden fundamental pueden ejercitarse las virtudes humanas esenciales. Sólo en su seno crece la relación adecuada entre los sexos y entre las generaciones.
El mandamiento contiene, por una parte, la tarea de la educación. Significa introducir al otro correctamente en su libertad, de forma que aprenda sus leyes internas, que aprenda a ser persona. Aquí, la obediencia está al servicio de este entrenamiento en la propia libertad. Y, viceversa, exige lógicamente a los hijos aceptar dicha educación.Pero el cuarto mandamiento incluye también un capítulo silencioso sobre el trato a las personas ancianas, que ya no son útiles, que han perdido el poder.Se concede gran valor a honrar a los padres ancianos. No deberíamos guiarnos por criterios de utilidad, sino honrar siempre en los ancianos a las personas que me han dado la vida. En ellos también puedo honrar la dignidad del ser humano, justo cuando éste ya no se puede valer. Ese respeto fundamental, inherente a la persona, es un aspecto muy importante de este mandamiento. En él radican asimismo las condiciones de mi propio futuro, que más tarde me permitirán iniciar mi vejez con confianza.
El quinto mandamiento: «No matarás». Casi nadie discute el sentido de este mandamiento. Lo único raro es que se vulnere tan continuamente.
No hay duda de que en el ser humano existe una evidencia primigenia de que no puede matar a otro. Incluso si he olvidado que cualquier individuo depende únicamente de Dios, sé al menos que tiene derecho a la vida, un derecho humano, y que dejo de ser persona si mato a uno de mis semejantes.
Pero en casos límite esta consideración se torna, como vemos, cada vez más confusa. Esto es aplicable sobre todo al comienzo de la existencia, donde la vida aún está indefensa y es manipulable. Surge entonces la tentación de actuar atendiendo a consideraciones pragmáticas. Se quiere escoger a quién se va a dejar sobrevivir y a quién no por interponerse en el camino de la propia libertad y autorrealización. Cuando el ser humano no existe aún en su forma externa, la conciencia de este mandamiento no tarda en extinguirse.Lo mismo cabe decir del final de la vida. Ahora se considera al enfermo, al que padece, una carga, y uno se convence de que la muerte es lo mejor para él. De aquí surge el pretexto de enviarlo al otro mundo antes de que se vuelva demasiado «pesado», si se me permite la expresión.
Y a partir de aquí, poco a poco se va yendo más lejos. Hoy vuelven a aparecer ideas sobre la cría de seres humanos, […]. Se plantea la cuestión de si los seres humanos que ya no tienen conciencia ni pueden cumplir función social alguna pueden ser considerados en realidad personas.
[…].
El sexto mandamiento: «No cometerás actos impuros». […].
El texto original de este mandamiento dice en el Antiguo Testamento: «No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5: 18). […]. El significado específico de este mandamiento es la inviolabilidad de la relación de fidelidad entre hombre y mujer, que no sólo vela por el futuro de las personas, sino que también integra la sexualidad en la totalidad del ser humano, confiriéndole así su dignidad y grandeza.He aquí el núcleo de este mandamiento. No hay que situarlo en un contacto incidental, sino dentro del contexto del sí mutuo de dos personas, que al mismo tiempo dicen sí a los hijos; es decir, el matrimonio es la auténtica sede en la que la sexualidad adquiere su grandeza y dignidad humanas. Sólo en él se vuelve sensual el espíritu, y los sentidos, espirituales. En él se cumple lo que hemos definido como la esencia de la persona. Ejerce la función de puente, deque los dos extremos de la creación entren uno dentro de otro, entregándose mutuamente su dignidad y su grandeza.
Cuando se dice que la sede de la sexualidad es el matrimonio, implica un vínculo amoroso y de fidelidad que incluye la mutua asistencia y disposición para el futuro, es decir, que está ordenado pensando en la humanidad en conjunto, y, lógicamente, implica que sólo en el matrimonio encuentra la sexualidad su auténtica dignidad y humanización.
Indudablemente el poder del instinto, sobre todo en un mundo caracterizado por el erotismo, es formidable, de manera que la vinculación a ese lugar primigenio de fidelidad y amor se torna ya casi incomprensible. La sexualidad se ha convertido hace mucho en una mercancía a gran escala que se puede comprar. Pero también es evidente que con ello se ha deshumanizado, y supone, además, abusar de la persona de la que obtengo sexo considerándola una mera mercancía, sin respetarla como ser humano. Las personas que se convierten a sí mismas en mercancía o son obligadas a ello, quedan arruinadas en toda regla. Con el paso del tiempo, el mercado de la sexualidad ha generado incluso un nuevo mercado de esclavos. Dicho de otra manera: en el momento en que no vinculo la sexualidad a una libertad autovinculante de mutua responsabilidad, que no la enlazo con la totalidad del ser, surge, por fuerza, la lógica comercialización de la persona.
Volvamos al núcleo del mandamiento.Recoge el siguiente mensaje de la creación: «hombre y mujer han sido creados para ser compañeros. Dejarán padre y madre y se convertirán en una sola carne», leemos en el Génesis. Ahora, desde una óptica puramente biológica,cabría afirmar que la naturaleza ha inventado la sexualidad para conservar la especie. Pero esto que hallamos en un principio como puro producto de la naturaleza, como mera realidad biológica, adquiere forma humana en la comunidad de hombre y mujer. Es una manera de abrirse una persona a la otra. No sólo de desarrollar unión y fidelidad, sino de crear conjuntamente el espacio en el que crezca el ser humano desde la concepción. En este ámbito,sobre todo, surge la correcta unión del ser humano. Lo que primero es una ley  biológica, un truco de la naturaleza (si queremos expresarlo así), adquiere una forma humana que propicia la fidelidad y el vínculo amoroso entre hombre y Mujer, y que a su vez posibilita la familia.He aquí la esencia del mandamiento que nos habla desde la creación. Cuanto más profundamente se vive y se piensa, más claro parece que otras formas de sexualidad no alcanzan la verdadera altura del destino humano. No responden a lo que quiere y debe ser la sexualidad humanizada.
[…] Ciertamente el sexto mandamiento conlleva el mensaje de la naturaleza misma. La naturaleza regula la existencia de dos sexos para que se conserve la especie, y esto es especialmente aplicable a seres vivientes que cuando salen del seno materno no están en modo alguno preparados y precisan prolongados cuidados.
En efecto, el ser humano no huye del nido, sino que está siempre metido en él.Desde una óptica puramente biológica, la especie humana está hecha de modo que la ampliación del seno materno debe conllevar el amor del padre y de la madre, para que, pasado el primer estadio biológico, pueda proseguir el desarrollo hasta convertirse en persona. El seno de la familia es casi un requisito de la existencia.
En este sentido, la propia naturaleza revela aquí el motivo primigenio del ser humano. Éste necesita una vinculación mutua duradera. En ella, el hombre y la mujer se dan primero a sí mismos, y después también a los hijos para que éstos comprendan la ley del amor, de la entrega, del perderse. Y es que los que están siempre metidos en el nido necesitan la fidelidad posterior al nacimiento. El mensaje del matrimonio y de la familia, por tanto, es plenamente una ley de la propia creación y no se opone a la naturaleza del ser humano.
Sin embargo, nos cuesta mucho mantenerla.
Sigue siendo cierto que aquí -al igual que en todos los demás ámbitos de los que hemos hablado- existe una tendencia opuesta. Aquí hay un exceso de poder biológico. En las sociedades modernas -pero también en las sociedades tardías de épocas más antiguas, como por ejemplo en la Roma imperial-podemos observar una erotización pública que fomenta aún más los excesos del instinto, dificultando el compromiso del matrimonio.Volvamos a lo que hemos apuntado sobre las cuatro leyes. Aquí vemos dos órdenes diferentes. El mensaje de la naturaleza nos remite a una unión de hombre y mujer, que es el movimiento natural más íntimo que finalmente se convierte en humano y crea el espacio para el posterior desarrollo de la persona. El otro mensaje es que en cierto sentido también tendemos a la promiscuidad, o al menos a practicar una sexualidad que se niega a restringirse al marco de una familia.Podemos reconocer muy bien desde la fe la diferencia de estos dos planos de naturalidad. Uno se presenta realmente como el mensaje de la creación y el otro como una autodeterminación del ser humano. Por esta razón la vinculación al matrimonio siempre implicará lucha. Aunque también comprobamos que,cuando se logra, madura la humanidad y los hijos pueden aprender el futuro.En una sociedad en la que el divorcio se ha vuelto tan normal, el daño siempre recae sobre los hijos. Sólo por esto surge, visto desde la óptica filial, otra demostración de que estar juntos, mantener la fidelidad, sería lo auténticamente correcto y adecuado al ser humano.
El séptimo mandamiento: «No hurtarás». Respetar la propiedad ajena es un precepto banal. [….]
La doctrina de la asignación universal de los bienes de la creación no es sólo una idea bonita, también tiene que funcionar. Por eso está supeditada a ella la verdad de que el individuo necesita su esfera en las necesidades fundamentales de la vida y por tanto debe existir un sistema de propiedad que cada individuo debe respetar. Esto exige, por supuesto, las necesarias leyes sociales orientadas a limitar y controlar los abusos de la propiedad.Ahora vemos con una claridad antes infrecuente cómo las personas se autodestruyen viviendo solamente para atesorar cosas, para sus asuntos,cómo se sumergen en ello, convirtiendo la propiedad en su única divinidad.Quien, por ejemplo, se somete por completo a las leyes de la Bolsa, en el fondo no puede pensar en otra cosa. Vemos el poder que ejerce entonces el mundo de la propiedad sobre las personas. Cuanto más tienen, más esclavas son,porque deben estar continuamente cuidando esa propiedad y acrecentándola.La problemática de la propiedad también se observa claramente en la relación perturbada entre el Primer y el Tercer Mundo. Aquí la propiedad ya no está supeditada a la asignación universal de los bienes. También aquí es preciso hallar formas legales para que esto siga equilibrado o se equilibre.Ya ve usted cómo la palabra de respetar los bienes ajenos entraña una enorme carga de verdad. Abarca ambas cosas, la protección de que cada cual ha de recibir lo que necesita para vivir (y después hay que respetárselo), pero también la responsabilidad de utilizar la propiedad de forma que no contradiga la misión global de la creación y del amor al prójimo.
El octavo mandamiento: «No mentirás» o «No levantarás falso testimonio». […]
Pienso que la importancia de la verdad en cuanto bien fundamental de la persona hunde sus raíces aquí. Todos los mandamientos son mandamientos del amor o despliegues del mandamiento del amor. En este sentido, todos mantienen una vinculación muy explícita con el bien de la verdad. Cuando me aparto de la verdad o la falseo, incurro en la mentira, perjudico con frecuencia al otro, pero también me perjudico a mí mismo.Como es sabido, la pequeña mentira se convierte fácilmente en un hábito, en una forma de ir trampeando por la vida, de recurrir siempre a la mentira y luego enredarse personalmente en ella, viviendo de espaldas a la realidad. Además,cada vulneración de esa dignidad de la verdad no sólo rebaja a la persona, sino que constituye una grave infracción contra el amor. Porque escatimar al otro la verdad implica hurtarle un bien esencial y llevarlo por el mal camino. La verdades amor, y el amor que se oponga a la verdad se tergiversa a sí mismo.
El noveno y el décimo mandamientos: «No desearás la mujer de tu prójimo».«No codiciarás los bienes ajenos.»
Estos dos mandamientos están interrelacionados, desbordan con creces lo externo, lo fáctico, pues afectan a los pensamientos íntimos. Nos dicen que el pecado no comienza en el instante en que consumo el adulterio o arrebato injustamente la propiedad al otro, sino que el pecado nace de la intención. Por eso no basta simplemente con detenerse, por así decirlo, ante el último obstáculo, porque esto ya es imposible si no he preservado en mí el respeto íntimo a la persona del otro, a su matrimonio o a su propiedad.Es decir, el pecado no comienza en las acciones externas y palpables, sino que se inicia en su suelo nutricio, en el rechazo íntimo a los bienes del otro y a él mismo. Una existencia humana que no purifica los pensamientos, tampoco puede en consecuencia ser acorde con los hechos. Por eso aquí se apela directamente al corazón del ser humano. Porque el corazón es el auténtico lugar primigenio desde el que se despliegan los hechos de una persona. Sólo por este motivo debe permanecer, por así decirlo, claro y limpio.Cuando Moisés recibió en el monte Sinaí entre rayos y truenos las tablas de la ley, llegó la hora del nacimiento del individuo libre. Al menos así lo afirma la tesis del periodista judeoalemán Hannes Stein. Desde entonces cada ser humano tuvo que responder directamente ante Dios de sí mismo y de sus actos, ya fuera señor o esclavo, hombre o mujer. Con la alianza del Sinaí surge casi el sujeto jurídico autónomo.  […].
Yo también he leído el libro de Hannes Stein y diría que aborda algo muy esencial. La dignidad de cada individuo, que, de por sí, está solo ante Dios, al que Dios habla y que en cuanto persona está afectado por las palabras de la alianza, constituye realmente el punto central de los derechos humanos —concretamente la dignidad igual de las personas– y, en consecuencia, el auténtico fundamento de la democracia.
[…].
FUENTE:
p. 100  / pág. 170

GOTT UND DIE WELT / III parte / Sobre la Iglesia / 15.,16.,17.y 18 / Joseph Ratzinger

17 de May de 2018

p. 193 a    264       / pág. 321 a  435

https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

TERCERA PARTE
SOBRE LA IGLESIA

¿Es amor lo que tanto le une a la Iglesia?

Se podría expresar así. La Iglesia es mi casa, mi gran familia, y en ese sentidoestoy unido a ella por el amor, igual que uno está unido a una familia. […].

En mi opinión, para entender bien a la Iglesia hemos de contemplarla sobretodo a partir de la liturgia. Ahí es donde es más ella misma, donde es continuamente tocada y renovada por el Señor. Porque en la liturgia tenemos que vivirla a partir de la Sagrada Escritura, de los sacramentos, de las grandes oraciones de la cristiandad.

Entonces comprenderemos que la Iglesia es mucho más profunda. Que forma parte de ella la comunidad de los santos, la comunidad de los que nos han precedido, incluyendo a los santos desconocidos y sencillos. Que vive en el interior de numerosas personas creyentes que están íntimamente unidas a Cristo, y, sobre todo, que hunde sus raíces en el mismo Cristo. Cristo es la fuerza constante que vivifica esa vid y la hace fructificar. En este sentido, la autenticidad de la Iglesia trasciende con creces lo que se puede recoger mediante estadísticas o ejecutar mediante resoluciones. Es un organismo cuyo ciclo vital procede del mismo Cristo.

p. 195  // pág 327
15. SOBRE EL ESPÍRITU
CÓMO EMPEZÓ TODO
Jesús dijo literalmente: «El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre,os enseñará y os recordará todo lo que os he dicho».
Quiso decir que no dejaría sola a la Iglesia en su caminar. Que no la abandonaría. Que renovaría y profundizaría su memoria de forma que aprendiera a comprender lo no entendido al principio y a penetrar en lo más hondo de las palabras.
Tras su muerte, Jesús se les aparece a los apóstoles en Jerusalén. Sobre esto el Evangelio según san Juan nos dice lo siguiente: «La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros». Y tras pronunciar estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid al Espíritu Santo».
Jesús les anuncia el don del Espíritu, que vendrá por primera vez en la fiesta de Pentecostés.
SOBRE LA ESENCIA DE LA IGLESIA
Su esencia se define siempre como católica y apostólica. Apostólica significa vinculación transversal de la Iglesia a través de los tiempos. En primer lugar, está unida al origen histórico en los once hombres que escogió Jesús. 
¿Y católica?
Expresa que la Iglesia pertenece a todo el mundo, a todos los tiempos y culturas.
SOBRE EL CENTRO DE LA IGLESIA
Si lo he entendido bien, el centro de la Iglesia no es el Vaticano o el Papa, sino una mujer. El redescubrimiento de María como «arquetipo de la Iglesia» es uno de los logros más importantes de la teología del siglo XX. […]. Dicho con otras palabras: en María se concreta lo que es la Iglesia. […].
SOBRE LA MISIÓN DE LA IGLESIA
La Iglesia como severa guardiana del Grial, ¿lo es?
 Las  grandes epístolas de Pablo ponen de manifiesto que la Iglesia es el sostén vivo de la verdad cristiana. […].
Y recordemos la palabra del propio Jesús: «No he venido a traer la paz, sino la espada». Vemos aquí que la Iglesia tiene esa gran misión esencial de oponerse a las modas, al poder de lo fáctico, a la dictadura de las ideologías. […]. Tiene que luchar contra aquello que se opone a Dios, hasta e martirio. […].
DIOS Y LA IGLESIA
¿No podría suceder también que alguna vez haya que decir: «Sí, el tiempo dela Iglesia ya ha pasado»?
[…]. De hecho, bajo las tormentas del islam, no sólo desapareció la floreciente Iglesia de Asia Menor, que fue en su día parte esencial de la Iglesia, sino también la del norte de África. Como es natural, allí también colaboró la violencia de los conquistadores, el aplastamiento de sectores enteros de la población; no pretendemos lanzar aquí denuncias simples contra una Iglesia cansada. Pero con todo, puede suceder.La promesa de Cristo -«Ved, estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo»- no significa tampoco que cada diócesis tenga la seguridad de que durará eternamente. Aunque sí que la Iglesia como tal será su ámbito vital,  su organismo, su cuerpo, su cepa hasta el regreso del Señor.
Quizá Dios nunca abandone del todo a la Iglesia, pero ¿no sería una idea valiente comenzar algo completamente nuevo? Entonces habría un Antiguo, un Medio y un Testamento completa mente Nuevo. Ya se sabe que todas las cosas buenas son tres. […]. La idea se transformó luego en lo secular y, con la denominación «TercerReich», llega hasta el nazismo. La historia entera es, sin excepción, la época de Dios uno y trino. La Iglesia, en cuanto tal, es la última palabra de Dios en la historia porque Cristo es la palabra definitiva. La Iglesia es capaz de ciertos progresos,pero no habrá algo diferente de ella en el futuro. A ella le está realmente prometido: «Yo estaré en vosotros, con esta Iglesia, hasta el fin del mundo».
p. 206  //  pág. 345
16. SOBRE EL CARISMA
 SOBRE LA IGLESIA PRIMITIVA
[…]. Nos cuentan que en un solo día bautizaron a tres mil personas. Y así surge esa primera Iglesia primitiva que vive todavía del entusiasmo original del Espíritu Santo, del contacto directo con el día de Pentecostés. […].
PABLO
…Para el hijo de un fariseo fue un misterio inconcebible que precisamente él fuese llamado a serel «maestro de los gentiles»,  según sus propias palabras.
Es extraordinario. Él era de hecho un fariseo entusiasta y fanático. […]. Fue encarcelado, naufragó en alta mar, y llegó a pie a Roma, donde fue decapitado por el emperador Nerón en el año 67.Debió de ser un espíritu luchador. 
MISIÓN
¿A qué se debió que la evangelización cristiana tuviera tanto éxito en todas las culturas y lenguas?
Una buena pregunta: ¿por qué tuvo tanto éxito la misión y abarcó tan pronto todo el Imperio? La verdad es que no debiéramos hacernos al respecto un aidea exagerada de su magnitud. En tiempos de Constantino todavía sólo un pequeño porcentaje de los habitantes del Imperio eran cristianos, aunque el emperador los reconociera como el grupo más importante y con mayores perspectivas de futuro. […]. En efecto, aunque en aquella época existen ciertos movimientos filosóficos que ya hablan de un único dios, sigue siendo como quien dice un dios imaginario, al que no se le puede rezar. Entonces irrumpe de improviso un movimiento que también anuncia un Dios,aunque a partir de un origen religioso. […].  Y la caritas cristiana, sobre todo, introdujo un componente completamente nuevo, que se manifestó en aquella época como una prueba de esa fe de una manera desconocida hasta entonces: la entrega a los que sufren,que hizo completamente creíble el rostro de ese Dios, haciéndolo aparecer como el Dios nuevo y verdadero. […].
EL PAPA
[…]. Primero es preciso hacer constar que la doctrina sobre el cargo de Pedro, y sobre todo su desempeño práctico, son muy tempranos. Hacia el año 90,cuando el papa Clemente I escribe una carta a la comunidad de Corinto amenazada de escisión, ya se patentiza en ella la responsabilidad de la Iglesia y del obispo de Roma.
SOBRE LA ESTRUCTURA DE LA IGLESIA
[…] Montecassino está considerado el monasterio más famoso de la Iglesia latina.Se dice que ninguno se le puede comparar en antigüedad y dignidad. Justo en el año 538, cuando se construyó esta pequeña ciudad en la montaña para la comunidad de monjes dirigida por san Benito, cerró la Academia platónica de Atenas.
 Creo que esta coincidencia temporal fortuita entre el cierre de la Academia de Atenas, que había sido el símbolo de la cultura de la antigüedad, y el comienzo del monasterio de Montecassino, que se convierte, como quien dice, en la Academia de la cristiandad, tiene enorme importancia. Es ciertamente el ocaso de un mundo. El imperio romano se ha derrumbado, Occidente se desmembra en múltiples fragmentos y prácticamente deja de existir en cuanto tal.
Lógicamente, esto supone una amenaza de ruina para toda una cultura, pero
san Benito la pone a salvo y la hace renacer. Y con ello responde por completo a una directriz de los benedictinos, succisa virescit (“con la poda, reverdece”). El daño se convierte, en cierto modo, en un renacimiento.
Y obviamente en piedra angular de la civilización europea.
[…] Con todo esto, Montecassino sustituyó la cultura de la antigüedad, pero también la salvó.
{NOTA: Significativamente, Montecassino  fue duramente atacado durante la guerra de 1939 a 1945… y fué el ejército alemán el que defendió y custodió este baluarte de la Cristiandad...}
p. 225  // pag  376
17.- SOBRE LOS SACRAMENTOS
Analicemos los siete sacramentos. Usted dijo que en ellos subyacía el plan vital. Y Johann Wolfgang von Goethe,[…],  afirmaba que los sacramentos de la Iglesia católica no sólo eran «lo más sublime de la religión», sino también el «símbolo sensible de una extraordinaria benevolencia y gracia divinas».
Creo que los siete sacramentos son los pilares reales sobre los que se asienta la estructura de los grandes momentos de la vida humana. Esos grandes momentos, el nacimiento y la muerte, la adultez y el matrimonio, necesitan ciertas señales que denoten su grandeza, su afianzamiento y, por tanto, la necesidad de compartirlos.
SOBRE LA ILUMINACIÓN
Todo comienza con el bautismo, que en la Iglesia primitiva se llamaba también la iluminación. Es una ceremonia llena de dignidad, de patetismo, cuyos grandes textos recogen las huellas de la vida. Cuando en la liturgia del bautizo se entrega la cruz, se pronuncian las siguientes palabras: «Te bendigo con la señal de la cruz para que comprendas que Jesús te ama. Marco tus ojos con la cruz para que veas lo que hace Jesús. Marco tus oídos con la cruz para que oigas lo que dice Jesús. Marco tu boca con la cruz para que respondas a la llamada de Jesús. Marco tus manos con la cruz para que hagas el bien como Jesús». Esta fórmula se denomina symbolum, “símbolo”. 
Symbolon, traducido, significa “coincidencia”. El símbolo era originariamente un modo de acreditarse. Consistía en que dos personas poseían cada una un trozo, por ejemplo, de un sello, y al juntar ambas partes podían reconocerse.Después, en un sentido más amplio, símbolo significa la representación de algo invisible mediante formas sensoriales, mediante signos y figuras que se trascienden a sí mismas.
[…].
En la Iglesia antigua, el bautismo era una distinción enorme. El neófito necesitaba, además de haber realizado el catecumenado, otro requisito previo:dos avalistas que respondiesen de su veracidad. [….].
SOBRE LA MADUREZ
Según la Iglesia católica, la confirmación es el «sacramento del crecimiento en la vida sobrenatural». ¿Qué significa esto y, en general, cómo actúa la confirmación?Los signos esenciales son, por un lado, la unción y, por otro, la imposición de manos. La imposición de manos es la señal de estar protegido por Dios y simboliza la presencia del Espíritu. La unción une con el ungido por antonomasia, que es Cristo, y se convierte en señal del Espíritu Santo, que experimentó Cristo. La confirmación constituye la culminación del bautismo; si el bautismo resalta básicamente la unión con Cristo, la confirmación acentúa la comunión con el Espíritu Santo. […].
La confirmación también es una especie de iniciación con la que los jóvenes celebran el paso a la vida madura, a la adultez. El monje agustino Thomas de Kempis escribió en la Edad Media un libro titulado Imitación de Cristo con reglas que pretenden abrirnos el camino hacia la verdadera vida. Esta obra se convirtió en el libro religioso más difundido del mundo después de la Biblia. […]. «La tarea superior de cada uno», escribió el monje, «es aprender a conocerse verdaderamente (en su naturaleza) a sí mismo.» Y prosigue:«Tenerse en poco y pensar siempre bien y noblemente de los demás presupone gran sabiduría y perfección». […].
SOBRE EL ACTO MÁS SAGRADO EN EL LUGAR MÁS SAGRADO
Hacia el año 150 d. C., un erudito llamado Justino entregó al emperador romano Antonino Pío un alegato en favor de los cristianos. Debemos a este escrito una descripción muy temprana de la celebración de la misa: «Los llamadosdomingos», dice, «se celebra una reunión de todos los habitantes dela ciudad y del campo. En ella se leen en voz alta los hechos memorables delos apóstoles o los escritos de los profetas mientras alcanza el tiempo. Cuando el lector termina, el superior invita a imitar todo lo bueno. A continuación todos nos levantamos y oramos. Al finalizar la oración, traen pan, vino y agua; el superior eleva hacia lo alto oraciones y acciones de gracias, y el pueblo asiente respondiendo amén. A continuación tiene lugar la distribución. Cada uno recibe su parte de lo consagrado; a los ausentes se lo llevan los diáconos. Este alimento se llama eucaristía. Sólo puede participar en ella aquel que considera verdadera nuestra doctrina, ha sido purificado mediante el bautismo para perdonar los pecados y renacer, y vive de acuerdo con las exigencias de Cristo».  […].
SOBRE LA LITURGIA
SOBRE LA CULPA Y LA PENITENCIA
Aunque la absolución colectiva se ha extendido mucho, sinembargo no constituye propiamente una confesión -pues la naturaleza de ésta es precisamente la personalización-, y sólo tiene sentido y puede realizarse ensituaciones completamente extraordinarias.
Se dice que el cristianismo ha lastrado al ser humano con sentimientos de culpa con la intención de mantenerlo bajo presión. Lógicamente, también esos abusos del sentimiento de culpa son posibles. Pero peor es la extinción de la capacidad de percibir la culpa porque la persona se ha endurecido y ha enfermado por dentro. Vayamos un poco más lejos en la comparación y recordemos la incapacidad para percibir la culpa. Eso era lo que perseguía la educación nazi. Creían poder asesinar, como decía Himmler, y sin embargo seguir siendo decentes -y así se pisoteó toda la conciencia humana y se pervirtió a la persona-. La capacidad de percibir la culpa es soportable y se despliega cuando existe la salvación. Pero a su vez sólo existe salvación si hay absolución. […]. La culpa sólo puede superarla de verdad el sacramento, el poder pleno procedente de Dios.  [
Sin embargo, hemos de reconocer que, en esta época nuestra tan individualista, al ser humano se le ha hecho muy cuesta arriba traspasar el umbral de la confesión personal. Pero cuando el espíritu de la fe nos impulsa,es posible aprenderlo de nuevo. Sobre todo porque no es reconocer la culpa ante un ser humano, sino ante Dios, y termina con la absolución, y quizá también con las indicaciones que nos ayudan a superar la culpa y sus consecuencias. […].
La antigua diferenciación entre pecados y castigos de los pecados existe. Los pecados son perdonados por la absolución, pero los castigos por los pecados subsisten. […].
 SOBRE EL MATRIMONIO
[…]. Por un lado, sólo un ámbito de fidelidad realmente sólido es adecuado a la dignidad de esta convivencia humana. Y no sólo en lo que respecta a la responsabilidad frente al otro, sino también frente al futuro de los hijos que surgen de ella. En este sentido, el matrimonio nunca es un asunto exclusivamente privado, sino que tiene carácter público, social. De él depende la configuración fundamental de una sociedad.
Últimamente también se percibe esto, cuando convivencias no matrimoniales adquieren ciertas formas legales. Aunque se las considera formas de unión menores, tampoco éstas pueden pasar sin la responsabilidad pública, sin la inclusión en lo común de la sociedad. Y ese mero hecho manifiesta la inevitabilidad de una regulación pública y jurídica y, en consecuencia, social,aun cuando se crea que hay que introducir niveles inferiores.
Segundo aspecto por considerar: cuando dos personas se entregan mutuamente y, juntas, dan vida a los hijos, también está afectado lo sagrado, el misterio del ser humano, que trasciende mi propia autodeterminación.Sencillamente, yo no me pertenezco sólo a mí mismo. Cada persona alberga el misterio divino. Por eso la convivencia de hombre y mujer también se adentra en lo religioso, en lo sagrado, en la responsabilidad ante Dios. La responsabilidad ante Dios es necesaria, y ésta hunde precisamente en el sacramento sus raíces más auténticas y profundas.
Por eso todas las demás formas son modalidades alternativas que en última instancia pretenden sustraerse de alguna manera tanto a la responsabilidad mutua como al misterio del ser persona -de ahí que introduzcan en la sociedad una labilidad que traerá consecuencias.
La cuestión de la pareja homosexual es un tema muy diferente. Pienso que cuando, en un matrimonio, en una familia, ya no cuenta que sean hombre y mujer, sino que se equipara la igualdad de sexo a esa relación, se está vulnerando el tipo fundamental de la construcción de la persona. De este modo una sociedad se enfrentará a la larga a grandes problemas. Si escuchamos la palabra de Dios debemos dejarnos regalar sobre todo la iluminación de que la convivencia de hombre, mujer e hijos es algo santo. Y una forma adecuada de sociedad da resultado si considera a la familia, y con ello a la forma de unión bendecida por Dios, la manera correcta de ordenar la sexualidad.
La fórmula del matrimonio dice así: «Te acepto como mi esposa / marido y te prometo fidelidad en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Prometo amarte, honrarte y respetarte mientras viva». Esto suena muy bien,pero ¿por qué tiene un matrimonio que esforzarse por durar toda la vida, «hasta que la muerte lo separe»?
Porque así figura en el carácter definitivo del amor humano y en la responsabilidad que se contrae con él. No debiéramos intentar demostrarlo racionalmente hasta el menor detalle. Aquí sale a nuestro encuentro la gran sabiduría de la tradición que, en definitiva, está respaldada por la palabra del mismo Dios. Sólo darme por entero, sin reservarme una parte ni, como quien dice, aspirar a una revisión, a una rescisión, responde plenamente a la dignidad humana. La vida humana no es un experimento, ni un contrato de arrendamiento, sino la entrega del uno al otro. Y la entrega de una persona a otra sólo puede ser acorde con la naturaleza humana si el amor es total, sin reservas.
Ya hemos hablado varias veces de sexualidad, evidentemente la Iglesia supone en ella un gran misterio. De otro modo es inconcebible por qué mantiene ideas tan rigurosas en esas cuestiones, incluso en el seno del matrimonio. ¿Es una idea diferente sobre la vida, sobre las personas, la que obliga a la Iglesia a prohibir los anticonceptivos?
De hecho, la Iglesia considera la sexualidad una realidad central de la creación.En ella la persona está conducida al Creador en su máxima cercanía, en su suprema responsabilidad. Con ello participa personal y responsablemente en las fuentes de la vida. Cada individuo es una criatura de Dios, y al mismo tiempo un hijo de sus padres. Por este motivo existe en cierto modo una interrelación entre la creación divina y la fertilidad humana. La sexualidad es algo poderoso, y eso se ve en que pone en juego la responsabilidad por un nuevo ser humano que nos pertenece y no nos pertenece, que procede de nosotros y sin embargo no viene de nosotros. A partir de aquí, creo yo, se entiende que dar la vida y responsabilizarse de ello más allá del origen biológico sea algo casi sagrado. Por estos motivos heterogéneos la Iglesia también ha tenido que desarrollar lo que los diez mandamientos esbozan y nos dicen. La Iglesia tiene que proyectar una y otra vez esa responsabilidad sobre la vida humana.
¿Se puede ser un buen cristiano aunque se contravengan las ideas de la Iglesia en cuestiones de moral sexual? 
Que uno siempre se quede rezagado de lo grande que la Iglesia le confía en la explicación de la palabra de Dios, es otro asunto. Pero si uno quiere permanecer en el camino, si uno conserva el reconocimiento fundamental de esa sacralidad de la intervención conjunta con Cristo en la creación, tampoco sale de la catolicidad ni siquiera en caso de fracaso. En ese caso,precisamente en la búsqueda, uno sigue siendo, si queremos expresarlo así,un «buen católico».
Los obispos italianos han exigido más valor para procrear. Porque una sociedad que se asusta de engendrar niños se «deshumaniza», decía uno de sus llamamientos.
Cuando se extingue el amor a los hijos, verdaderamente se pierde mucho.Antes, los italianos eran famosos por su amor a la familia y a los hijos. Hoy en día, algunas zonas de Italia tienen la menor tasa de natalidad del mundo. Aquí,la nueva riqueza ha provocado cambios fundamentales. De hecho, una gran tentación de las sociedades occidentales es considerar a los hijos competidores que quieren arrebatarnos algo de nuestro espacio vital, de nuestro futuro. Al igual que considerar después a los hijos una propiedad y una autorrepresentación. En última instancia, no se está dispuesto a aceptar sus propias exigencias, dado que habría que dedicarles tiempo y la totalidad de la propia vida.Un obispo italiano me dijo que los pobres invierten en la vida, que desean ver su futuro en los hijos; los ricos invierten en cosas. No pretendo exagerar el significado de la palabra, pero es evidente que entre nosotros la inversión en cosas, en autoasegurarnos mediante valores reales que son la multiplicación de nuestro propio Yo, es más poderosa que la disposición a servir a otra vida.Aunque respetemos plenamente la problemática del crecimiento de la población, hemos de reconocer por otro lado los problemas de una sociedad envejecida que se niega su propio futuro.
Palabra clave: crecimiento de la población. A la Iglesia se le reprocha que, con su rigurosa política de prohibición de medios anticonceptivos en el Tercer Mundo, está provocando graves problemas que llegan basta la auténtica miseria.
Esto es un completo disparate, por supuesto. La miseria se produce por la quiebra de la moral, que antes ordenaba la vida en las organizaciones tribales yen la comunidad de los cristianos creyentes, excluyendo de ese modo la enorme miseria que contemplamos hoy. Reducir la voz de la Iglesia a la prohibición de anticonceptivos es un desorden grave basado en una visión del mundo completamente trastornada, como demostraré enseguida.La Iglesia predica sobre todo la santidad y la fidelidad del matrimonio. Y cuando su voz es escuchada, los hijos disponen de un espacio vital en el que pueden aprender el amor y la renuncia, la disciplina de la vida recta en medio de cualquier pobreza. Cuando la familia funciona como ámbito de fidelidad, existe también la paciencia y respeto mutuos que constituyen el requisito previo par a el uso eficaz de la planificación familiar natural. La miseria no procede de las familias grandes, sino de la procreación irresponsable y desordenada de hijos que no conocen al padre y a menudo tampoco a la madre y que, por su condición de niños de la calle, se ven obligados a sufrir la auténtica miseria de un mundo espiritualmente destruido. Por lo demás, todos sabemos que hoy la rápida propagación del sida en África está provocando justo el peligro opuesto:no la explosión demográfica, sino la extinción de tribus enteras y la despoblación de muchas regiones.Por otra parte, cuando pienso que en Europa se pagan primas a los agricultores por matar a sus animales, por destruir trigo, uva, frutas de todo tipo, porque al parecer ya no se puede controlar la superproducción, me parece que esos sabios ejecutivos, en lugar de aniquilar los dones de la creación,harían mejor en reflexionar cómo conseguir que redundasen en provecho de todos.
No generan la miseria aquellos que educan a las personas para la fidelidad y el amor, para el respeto a la vida y la renuncia, sino los que nos disuaden de la moral y enjuician de manera mecánica a las personas: el preservativo parece más eficaz que la moral, pero creer posible sustituir la dignidad moral de la persona por condones para asegurar su libertad, supone envilecer de raíz a los seres humanos, provocando justo lo que se pretende impedir: una sociedad egoísta en la que todo el mundo puede desfogarse sin asumir responsabilidad alguna. La miseria procede de la desmoralización de la sociedad, no de su moralización, y la propaganda del preservativo es parte esencial de esa desmoralización, la expresión de una  orientación que desprecia a la persona yno cree capaz de nada bueno al ser humano

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SOBRE EL SACERDOCIO
Todas las grandes religiones cuentan con personas especialmente relevantes que son responsables de los ritos y preceptos de la fe. ¿Qué diferencia a un sacerdote católico de esas otras personas?
En principio que el sacerdote católico ha recibido un encargo específico de Jesucristo a través de los apóstoles. Así pues, no es la figura común del sacerdote de la historia de las religiones. La norma especial de este puesto, si podemos llamarlo así, procede de la figura del apóstol tal como Cristo la creó.Cristo le ha encomendado predicar su palabra, anunciarlo a Él mismo,proclamar la promesa que Él nos dio. Y en el marco de esa predicación -que es siempre una tarea de amor, de construir el cuerpo de Cristo, de servir a los pobres-, la anunciación de su muerte, que nosotros llamamos eucaristía y que es un sacramento, ocupa un lugar central.
Si su vocación se debe al mismo Cristo, ¿por qué hay entonces malos sacerdotes? ¿Por qué hay incluso malos obispos? El Señor parece haberse equivocado claramente con alguno de los escogidos.
Sin duda es posible que uno se introduzca casi a hurtadillas, sin haber sentido realmente vocación. Pero también se puede «traicionar la vocación», es decir,no vivirla de verdad. Lo curioso es, ya hemos hablado de ello, que Dios confíe en recipientes tan frágiles. Que contrajese un riesgo enorme con la Iglesia,pues se puso en unas manos que le traicionan una y otra vez. Y nos dejó la posibilidad de caer y degenerar, de manera que, debido precisamente a la ineptitud de los instrumentos, Él mismo tiene que sostener la Iglesia continuamente. Por una parte, es un consuelo que el Señor sea más fuerte que los pecados de las personas, pero, por otra, para los que se consagran a la vocación y creen haberla recibido, constituye un gran desafío dejarla crecer hasta madurar en comunión con Cristo.

Jesucristo ordenó a sus apóstoles: «Id a todo el mundo y predicad el evangelio a todas las criaturas». Y así como los apóstoles consideraron la misión de predicar una de sus principales tareas, también grandes hombres de las órdenes religiosas -los dominicos fueron considerados incluso «hermanos predicadores»- congregaron siempre en torno suyo a grandes masas de gente. Savonarola, con sus exhortaciones a la penitencia, conmovió a toda Florencia. Y de san Agustín se dice que sus sermones eran cada vez más cortos; cada frase era núcleo y fuerza, cada palabra tenía valor e inspiración. «Por eso no descansaba», escribió uno de sus biógrafos, «hasta que el beneplácito o las lágrimas en todos los ojos le hacían ver que se había roto la última resistencia contra la verdad y la gracia en el alma de sus oyentes.»

Saber predicar también es un don, una gracia, y san Agustín siempre sintió mucho respeto por los curas sencillos que necesitaban un libro para idear un sermón. Él dijo: «Lo importante no es la originalidad, sino el servicio humilde».Si el libro de otro ayuda a anunciar la palabra a los demás, estupendo.Estaremos agradecidos si Dios despierta a grandes predicadores, pero también deberíamos aprender a ser humildes y escuchar a predicadores menores.
Recientemente un párroco de una gran ciudad alemana me contó que él había llegado a la vocación religiosa precisamente por un sacerdote que carecía en realidad de todas las dotes externas. Era un predicador deplorable, un cantor deplorable y así sucesivamente, y sin embargo con él la parroquia había florecido. De esa parroquia de gran ciudad surgieron cuatro o cinco vocaciones sacerdotales, cosa que no lograron ni su predecesor, ni su sucesor, que eran mucho más eficientes. Aquí se puede ver que el testimonio humilde de una persona sin talento retórico puede ser en sí mismo un sermón y que deberíamos dar gracias a Dios por los diferentes dones.
SOBRE LA MUERTE
Al final de la vida, la madre Iglesia vela por una buena salida de este mundo.Da a sus hijos la extremaunción. Antes se la llamaba «los últimos óleos»…
…y si se le preguntaba a alguien si quería recibirlos, más bien se negaba porque no quería considerarse un candidato a la muerte.
El concepto «últimos óleos», que se había convertido en una frase pavorosa para los enfermos, se sustituyó hace mucho tiempo, consciente y justamente,por «unción a los enfermos», de forma que para un paciente la llegada del sacerdote con este sacramento ya no es el anuncio de que está irremisiblemente condenado a muerte.
De hecho, la unción a los enfermos tiene que ayudar en un proceso espiritual que, en determinadas circunstancias, puede convertirse asimismo en un proceso de curación. Es el apoyo sacramental de la Iglesia en una situación de enfermedad. No se trata tanto del momento de la muerte. Aquí el verdadero viático es la eucaristía. Y la Iglesia tiene preparados consuelos específicos en las oraciones para agonizantes, en la extremaunción y en la absolución. Son ayudas para ese paso duro que consiste en atravesar un umbral inquietante en medio de una oscuridad que parece no tener fin.
La unción a los enfermos constituye más bien una ayuda para aceptar el sufrimiento. Tiene que ayudarme a llegar a la comunión sacramental con Cristo mediante la asunción interior del dolor y del sufrimiento. Eso no implica necesariamente curación física. La enfermedad también puede curarme espiritualmente, incluso ser necesaria a mi espíritu. Cristo, al enseñarme a sufrir y sufrir conmigo, puede convertirse en el verdadero médico de mí mismo,superando la enfermedad más honda de mi alma.
Se dice que en la hora de la muerte el pensamiento de las personas tiende a sufrir un cambio radical. Los más duros ateos se volvieron, casi en el último minuto, mansos como corderos. «La mayoría», descubrió por ejemplo Elisabeth Kübler-Ross tras sus investigaciones sobre las experiencias de la muerte próxima, «sufren un cambio radical. Todos sus valores cambian. Ya no son tan materiales, tan pendencieros. El individuo se vuelve mucho más espiritual.»¿Significa esto que cuando casi está «con un pie en la tumba» el ser humano puede reconocer de pronto con claridad lo que de verdad cuenta en la vida?
En cualquier caso, esa situación límite puede ayudarle a comprender que la acumulación de cosas materiales, o de distinciones, honores e influencia no es lo último y auténtico. Puede contribuir a una revisión de los valores, pero no necesariamente, pues también se dan los embotamientos y endurecimientos del alma que no liberan la mirada. En realidad, en esas situaciones límite sólo se manifiesta y se abre paso lo que en cierto modo uno lleva dentro. En este sentido no se debería apostar tan fácilmente por la última hora, ni dejar que se agote completamente la provisión del bien para que, por recordar la parábola del Señor, siga habiendo aceite en la alcuza cuando el novio llame a la puerta.
Hay un antiguo dicho católico: «Tal como es su domingo, así será el día de su muerte».
Alude exactamente a lo mismo. Si Dios y el domingo han desaparecido totalmente de la vida, faltan las reservas para realizar esta última transformación. Aunque la gracia de Dios es inagotable, no hay que dejar extinguirse estas calladas reservas en el alma, para que cuando se las necesiten o las encuentre completamente vacías, y esto debería constituir toda una advertencia. 
Según la fe de la Iglesia, la muerte, en el fondo, debería alegrarnos: «Vivir es morir, morir es vivir». A fin de cuentas nos espera la vida eterna.
Sí. Pero los temperamentos humanos son diferentes. Cuando san Agustín yacía en su lecho de muerte, todos sus pecados aparecieron de nuevo ante su alma con claridad meridiana. Por eso hizo que fijaran los salmos penitenciales en la pared para llevarlos continuamente en su interior. Durante algún tiempo,llegó incluso a excluirse de la comunión y se entregó a la penitencia. Pensaba en su padre espiritual, san Ambrosio, que había muerto con una gran tranquilidad interna, y dijo: «A él, que tenía esa grandeza, se le regaló; yo soy distinto, a mí no se me ha regalado, yo necesito la penitencia humilde con la esperanza de que el Señor me acepte al final».
Yo diría que una de las tareas de la educación cristiana y de la predicación es proporcionarnos la confianza de que con la muerte nos dirigimos a la verdadera vida. Esto también puede ayudarnos a superar el miedo a lo desconocido, o al menos el miedo puramente físico, y a regalar la tranquilidad de la muerte.
¿Qué ocurre en su caso? ¿Tiene miedo a la muerte?
En fin, como yo también conozco todos mis defectos, jamás pierdo de vista el pensamiento del juicio. Pero tampoco la esperanza de que Dios sea más grande que mi fracaso.
¿Piensa en ello?
Sí, pues cuanto más envejece uno, más se acerca ese momento.
¿Es lícito incinerar un cadáver, o es un rito meramente pagano?
Los judíos, al contrario que otras culturas mediterráneas, no conocieron la incineración. Para ellos enterrar el cuerpo era, por así decirlo, la semilla de la resurrección. Esto también se convirtió en una costumbre cristiana. La tumba significaba y significa una muda adhesión a la resurrección, a la esperanza.Hasta el Concilio Vaticano II, las incineraciones aún implicaban sanciones. A la vista de las circunstancias del mundo moderno, la Iglesia abandonó esta postura. La fe en la resurrección no tiene que ser conocida de ese modo,porque Dios, de todas maneras, ha de darnos un nuevo cuerpo, de modo que con el paso del tiempo se ha permitido la incineración.
He de decir que soy lo bastante anticuado como para considerar todavía el entierro la verdadera expresión cristiana de respeto al muerto, al cuerpo humano, y de la esperanza de que se le ha regalado un futuro.
Decía usted que Dios nos dará en el Más Allá un nuevo cuerpo: ¿significa estoque nadie será como era? 
La resurrección en el día del juicio final es, en cierto sentido, una nueva creación, pero preservará la identidad de la persona en cuerpo y alma. SantoTomás dice al respecto que el alma es la fuerza moldeadora del cuerpo, la que crea el cuerpo. Por tanto, identidad significa que el alma, a la que mediante la resurrección se le regala de nuevo su capacidad moldeadora, construye también un cuerpo idéntico desde dentro. Especular con el aspecto exacto que puedan tener la corporalidad y la materialidad de los resucitados me parece, en cualquier caso, inútil. 
Una pregunta muy concreta: mi hermano murió a la edad de sólo catorce años.¿Dónde está ahora?
Está con Dios. Pienso que aquí debemos abandonar nuestras categorías de localización meramente materiales. Al igual que no podemos ubicar a Dios en un determinado techo de nubes, también el muerto mantiene otra relación con la materia. La relación de Dios con el espacio material es precisamente una relación de imperio total. Cuando hablábamos de los niveles de cercanía a Dios, que no están condicionados por el espacio, decíamos que el alma, el principio espiritual del ser humano, tampoco se fija en un punto, en un órgano determinado, sino que constituye una forma de determinar el conjunto. De manera parecida, el muerto también participa en la otra referencia espacial de Dios, que me es imposible determinar según categorías geográficas.
Algunos han llegado incluso a decir que los muertos se mantienen cerca de la tumba, cosa que a mí me parece un tanto espantosa. No, ellos han salido de esa forma de localización material para entrar en otra referencia espacial que es compartida por la superioridad espacial de Dios. A veces se puede ver apersonas capaces de conmoverse internamente al meditar en la inmensidad del océano. Así podemos percibir algo de esa superioridad espacial, de ese otro nivel de espacialidad, de la cercanía espiritual concretamente. En cualquier caso, deberíamos desembarazarnos de la idea de que el fallecido tendría que ser fijable en un punto geográfico. En lugar de ello, sería preferible decirnos:«Está con Dios», es decir, de una forma nueva en la realidad del universo y, de ese modo, también cerca de mí.
Los seres humanos somos curiosos, y nos gustaría un poquito saber cómo es el paraíso. ¿Nos informan las Escrituras de lo que allí nos espera?
Las Escrituras sólo pueden hablar de ello con imágenes. Intentan manifestarlo,por ejemplo, con la imagen de la liturgia celestial. El nuevo espacio es, según eso, el éxtasis de la auténtica liturgia, y también el cantar y volar aparecen como símbolos.
Pero todo esto también es susceptible de ser malinterpretado. Conocemos la historia del bávaro que llega al paraíso y después ya no resiste los eternos cantos y aleluyas. Me parece importante que en esta otra situación no sólo cambie la forma del espacio, sino también la temporalidad. Si nos imaginamos el paraíso como un tiempo infinito, se impondrá la idea de que en algún momento se hará demasiado largo. Pero ser arrancados de nuestro curso temporal normal, de hora en hora, de día en día, que a su vez están vinculados a la rotación de los astros, para entrar en una nueva forma de presencia personal, significa también que esa forma de sucesión eterna se extingue -y que es un único gran instante de alegría-. Por eso deberíamos imaginarnos la eternidad más bien como un momento de plenitud situado más allá del tiempo.
¿Es usted donante de órganos?
Sí, aunque supongo que mis viejos órganos ya no serán muy demandados.
Una idea emocionante: un africano musulmán en París con el corazón del cardenal Ratzinger…
Podría ser.
La investigadora de la muerte Elisabeth Kübler-Ross tenía una opinión terminante sobre la cuestión de si se debe prolongar artificialmente la vida. He aquí sus palabras: «Rotundamente no. No hay que acortar ni alargar la vida.Hay un momento adecuado para cada persona, el tiempo de morir». Esto también estaba relacionado con ciertos asuntos sin resolver. Y, además, no dependía tanto de las personas, porque al fin y al cabo «había un jefe toda vía más importante que tenía algo que decir».
Bien, existen formas o intentos de alargamiento que yo también considero violentos y a los que me opondría. Pero la curación en sí también constituye siempre una prolongación de la vida, claro. Hoy se tratan enfermedades que antes eran incurables. Yo no consideraría los avances médicos una prolongación artificial de la vida.
La pregunta es, pues, en qué medida las donaciones de órganos entran dentro de esas posibilidades de curación que consideramos ampliaciones normales y oportunas de la capacidad médica, del poder de curar. Yo creo que el trasplante de órganos pares, es decir riñones u ojos, no plantea grandes problemas, a pesar de que comporta un sacrificio muy grande para el otro. Más difícil es cuando se trata de órganos como el corazón, que sólo se puede extraer a una persona clínicamente muerta, pero sin demasiada tardanza para que el órgano siga «vivo». La pregunta de cuándo está muerto alguien -aunque por otra parte el órgano mismo debe seguir vivo- es una pregunta límite que exige gran responsabilidad a la hora de debatirla. El criterio de la muerte cerebral se ha elaborado con mucho cuidado, pero en mi opinión siempre necesita nuevas revisiones críticas. Seguro que la tentación de aplicarlo prematuramente existe. En este sentido, el trasplante de corazón constituye, de hecho, un caso límite de curación. A pesar de todo, yo no me atrevería a excluirlo de raíz. Pienso que también hay formas legítimas de situarlo en el ámbito de la curación correcta.
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https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

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18.- SOBRE EL FUTURO

¿IGLESIA MINORITARIA?

En una ciudad como Magdeburgo ya sólo hay un ocho por ciento de cristianos -entendámonos: sumando todas las confesiones cristianas-. Tales hechos estadísticos revelan una tendencia indiscutible.

Tendremos que aceptar pérdidas, pero seguiremos siendo una Iglesia abierta.

El tipo humano occidental y su cosmovisión del mundo ya no será tan dominante como antes. Aparecerán otros temperamentos, otros carismas que imprimirán su impronta al rostro de la Iglesia.

El catolicismo americano actual se ha convertido en una de las fuerzas determinantes de la Iglesia mundial. En América, la Iglesia es muy dinámica.Naturalmente, también se caracteriza por las tensiones. Por un lado están los grupos críticos con la Iglesia que abogan por un cristianismo más racional y democrático. Pero han surgido también movimientos religiosos completamente nuevos, nuevas congregaciones, que querrían volver a satisfacer plenamente y de forma consciente las exigencias de la vida religiosa.

 

Lo viven desde una gran alegría de la fe, y también desean conscientemente volver a leer a los Padres y a Tomás de Aquino e instruirse y formarse con ellos. Es una Iglesia que concede gran importancia a la esencia de la religión: el valor de entregar la vida a la fe y el servicio desde la fe. Es una Iglesia que, por su gran sistema educativo y su sistema hospitalario, asume también una enorme responsabilidad social.

Pero también Europa, y Alemania en concreto, siguen teniendo un potencial teológico verdaderamente grande. Gracias a nuestro sistema de facultades, a los medios de que se dispone, se está desarrollando un intenso trabajo espiritual fructífero.

Podemos adentrarnos con confianza en el futuro, porque el Señor, obviamente, no nos abandonará.

FIN.

p. 263  / pág. 435

FUENTE:

https://es.scribd.com/doc/217117950/Dios-y-El-Mundo-Joseph-Ratzinger-pdf

Carta abierta de un obispo copto al Papa Francisco

6 de septiembre de 2017

 

Por Helios de Alejandría*.- Señor Bergoglio: A menudo me pregunto en qué gravísima ofensa a Dios nuestro Señor habrá podido incurrir Europa para que haya sido usted elegido Papa de la Iglesia católica. Por descontado que Europa ha pecado grandemente renegando de su fe y de su tradición cristiana, ¿pero es esto realmente tan generalizado como para que el Altísimo la castigue con semejante severidad?

Ya le escribí una misiva no hace mucho tiempo recordándole que nuestro Señor Jesucristo tras su resurreción le encomendó a San Pedro la magna misión de apacentar sus ovejas. Le confió, pues, la tarea más noble y difícil que se pueda concebir, tarea que Él mismo asumió durante su paso por la Tierra: la de ser el Buen Pastor. Permítame usted recordarle sus palabras…

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas”. (Evangelio según San Juan 10-11)

Hubo un tiempo al principio de su papado en que de corazón le acordé el beneficio de la duda. Frente a sus torpes exabruptos y omisiones me preguntaba si en realidad no sería todo ello más que fruto de la ingenua incompetencia. Mas hoy los interrogantes surgen distintos y sobremanera preocupantes. Dígame usted, ¿en qué bando milita? ¿En el del Buen Pastor o en el del asalariado? ¿En el de Jesucristo o en el de la extrema izquierda atea y proinmigracionista? ¿En el de la fe católica o en el del islam de conquista?

Con la sangre inocente de las víctimas del terrorismo islámico aún fresca exhibe usted un maligno placer en empujar a los feligreses cristianos hacia el masoquismo. El pasado año, tras la masacre de Niza y el asesinato del cura Hamel en Normandía mientras oficiaba la santa misa, presionó y reprendió usted a los católicos de Polonia por no abrir sus fronteras a la invasión musulmana. Y el pasado lunes 21 de agosto, apenas cuatro días después de la matanza de Barcelona, logró usted superarse anunciando para estupor de propios y extraños que la seguridad de los europeos y su civilización no deben constituir en modo alguno un freno a la invasión tercermundista. El sentido común, la decencia y un mínimo de sensibilidad deberían haber reprimido su irreverente entusiasmo en favor de la conquista musulmana.

Y, como era previsible, saca usted los versículos del Evangelio de contexto en apoyo de su política, como si Jesucristo buscara el apoyo de los burócratas europeos en lugar de los creyentes en la intimidad de su corazón.

“Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui forastero y ustedes me recibieron en su casa”. (Evangelio según San Mateo 25-35)

Sirviéndose de la palabra de Cristo para justificar y promover la apertura de las fronteras a la inmigración desbocada está usted cometiendo un fraude intelectual e induce a los cristianos al error deliberadamente. Dios respeta nuestra libertad individual de elección sencillamente porque no es posible amar y darse a sí mismo bajo la coacción. Valiéndose, pues, del poder moral que le procura su posición jerárquica, se mofa usted de la libertad de elección que corresponde a los cristianos, imponiéndoles no sólo una pesada carga sino poniendo sus propias vidas en peligro. Y aquí se repite exactamente el contenido de la reprensión que Jesús dirigió a los fariseos de entonces:

“Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas”. (Evangelio según San Mateo 23-4)

Mire usted, el Evangelio no es un manual práctico de política y menos aún un manifiesto marxista. En modo alguno viene a justificar su sectarismo ideológico. Se empecina usted en ignorar el odio y la hostilidad seculares del islam contra el Occidente cristiano. Se muestra impermeable frente a las duras lecciones de la Historia así como frente a los luctuosos eventos de la actualidad, como si 300 millones de muertos inocentes a manos del islam a lo largo de catorce siglos careciera de importancia; como si las víctimas de las masacres que hoy presenciamos casi a diario en nuestras calles rebotaran contra su coraza ideológica globalista y colectivista sin llegar a penetrarla. (NdT: A lo que convendría sumar los 100 millones de muertos dejados por el socialismo a lo largo del siglo pasado)

Hace cuatro meses viajó usted a Egipto donde le informamos al detalle acerca del sufrimiento y de las humillaciones que padecen los cristianos coptos. Pero manifiestamente prefirió tragarse la danza de culebra que el imán de Al Azhar le sirvió en bandeja de plata. Sus efusivos achuchones y abrazos han terminado de ilustrar su hipocresía y credulidad forzada: no es sólo que lo hayan rebozado en harina, es que encima supuraba deleite en tamaña sumisión. Y díganos, ¿qué ha conseguido usted con ello en beneficio de los cristianos de Egipto? Menos de una semana después, la policía armada con bastones y escudos impedían a los cristianos reunirse para orar. En Egipto, el derecho de los cristianos a rezar queda sujeto a la arbitrariedad de la autoridad local como lo dispone la ley islámica, la libertad de culto de los cristianos en Oriente se halla cada día más amenazada pero, como de costumbre, usted guarda silencio, no sea que se le pase por la cabeza irritar al gran imán. Cuanto más estudio su estrategia, más me percato de que las minorías cristianas de Oriente Medio le importan a usted un pimiento. Menudo papa nos ha caído encima… la cuna del cristianismo se halla hoy islamizada al 95% con los cristianos en vías de extinción ¡pero lo único por lo que lucha usted denodadamente es la islamización de Occidente!

Inexperiencia, buenismo, ignorancia, ingenuidad, angelismo… eran los términos que venían a la mente al inicio de su pontificado. No eran más que añagazas para mantener las anteojeras del rebaño devoto frente a su obstinación ideológica que hoy por hoy constituye una verdadera amenaza para la cristiandad universal. Cabe preguntarse en qué estaría ocupado el Espíritu Santo durante el cónclave que lo eligió como papa; muy probablemente se abstuvo de inspirar a los electores viendo que estaban más ajetreados en intrigas políticas que revestidos de Cristo. Su prioridad consistía en presentar a los medios globalistas y a los enemigos de la Iglesia en general un papa que les resultara aceptable, o a su imagen y semejanza.

La fe cristiana va asociada al sentido común y donde éste falta, no hay fe. Amar al prójimo no implica por necesidad poner su vida en peligro y menos aún la de los demás, máxime cuando ese “prójimo” que nos impone con embudo sólo sueña con someternos y no dudará en asesinarnos en caso de resistencia. ¿Cómo puede usted desde la autoridad que le confiere el trono papal ordenar a las ovejas que acojan al lobo en el aprisco? Esto no tiene nada de caridad cristiana, es pura maquinación ideológica luciferina.

Para terminar, un poco de humildad y de introspección espiritual no le vendrían nada mal pero ello no es de esperar en un espíritu contaminado por el sectarismo internacionalista, incapaz de poner en duda los dogmas inculcados que lo apartan de la realidad. Cuando el dogma ideológico se superpone a Dios, la sabiduría superior imprescindible para guiar a la cristiandad se evapora. Qué duda cabe que la Iglesia católica ha cometido una serie de pecados a lo largo de su dilatada existencia, pero el de colocarlo a usted a su cabeza no es un simple pecado más: es una tragedia de consecuencias imprevisibles.

*Helios de Alejandría es el pseudónimo utilizado por un obispo perteneciente al Patriarcado Copto de Alejandría, que desea guardar el anonimato.

http://www.alertadigital.com/2017/09/06/carta-abierta-de-un-obispo-copto-al-papa-bergoglio-exhibe-usted-un-maligno-placer-en-empujar-a-los-cristianos-hacia-el-masoquismo/

De la New Age al Cristianismo, por ASUNCION RUIZ

31 de marzo de 2017

De la New Age al Cristianismo ASUNCION RUIZ

 

 

la muerte, por SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

17 de febrero de 2017

finis gloriae mundi

¡Hay que morir! Más pronto o más tarde, pero hay que morir. Cada siglo se llenan las casas y las ciudades de gente nueva; la antigua ha ido a encerrarse en los sepulcros.

Nacemos ya con la soga al cuello, o sea, condenados a muerte. Por muy larga que sea nuestra vida, vendrá un día y una hora que serán los últimos para nosotros, y esa hora ya está señalada.

Dios mío, os agradezco la paciencia con que me habéis soportado. ¡Ojalá hubiera muerto antes de ofenderos! Ya que me dais tiempo para remediar el mal, decidme lo que queréis de mí, que yo quiero obedeceros en todo.

Dentro de pocos años, ni yo, que esto escribo, ni vosotros, que lo leéis, viviremos en esta tierra. Como hemos oído doblar para unos, así otros oirán que las campanas tocan a muerto por nosotros. Como leemos los nombres de otros escritos en los registros de defunción, así otros leerán los nuestros. En resumen: que tenemos que morir sin remedio; y, lo que es más terrible, que hemos de morir una sola vez: si erramos esa vez, erramos para siempre.

¡Qué pavor sentiréis cuando os avisen que debéis recibir los Sacramentos y que no hay tiempo que perder! Veréis entonces salir de vuestro aposento los padres, los amigos, y quedaréis solos con el confesor y la enfermera para asistiros.

Jesús mío, no quiero esperar a la muerte para darme a Vos; habéis dicho que no sabéis rechazar al alma que os busca: Buscad. y hallaréis: pues ahora os busco yo: haceos encontrar por mí. Os amo, Bondad infinita; a Vos sólo quiero, y nada más.

Habrá Religioso que, en lo mejor de sus planes y preocupaciones mundanas, oirá que le dicen: «Hermano, está usted muy mal: prepárese a la muerte» Entonces querrá el enfermo arreglar bien las cuentas: pero ; ¡ay! que el horror y la confusión que se apoderarán de él lo trastornarán de tal modo que no sabrá qué hacer.

Todo lo que ve y oye le causa pena y temblor; entonces todas las rosas del mundo se le convertirán en espinas: espinas serán los recuerdos de las diversiones pasadas; espinas las honras alcanzadas y la vanidad que ostentó; espinas los amigos que le apartaban de Dios; espinas los vanos lujos; y todo será espinas.

Qué terror le causará entonces el pensar: «¡Dentro de poco habré traspuesto la vida, y no sé cuál será mi eternidad, si la feliz o la desgraciada!» las solas palabras de Juicio, Infierno, Eternidad, ¡qué espanto causarán a los pobres moribundos!

Creo, Redentor mío, que habéis muerto por mí: por vuestra Sangre espero mi salvación.

Os amo, Bondad infinita, y me arrepiento de haberos ofendido.

Jesús mío, esperanza mía, amor mío, tened piedad dé mí.

Figuraos un Religioso en su última enfermedad. Antes se le veía siempre por el monasterio bromeando o devolviéndolo todo; ahora está postrado, perturbado: no habla, no ve, no oye.

¡Ah! Ya no piensa el desdichado en sus planes, ni en sus vanidades: ante la vista tiene clavada la única idea de la cuenta que tiene que dar a Dios.

Los hermanos que lo rodean (de los cuales uno llora, otro suspira, otro está mudo) el confesor que lo asiste los médicos reunidos en consulta, todo eso son señales fatales. Entonces el enfermo ya no ríe, no piensa en pasatiempos; no piensa más que en la noticia terrible de que su enfermedad es mortal.

Y no queda más remedio: tal como está entre confusiones y tormentos de dolores angustias y zozobras tiene que salir del mundo.

Pero ¿cómo prepararse en tan breve tiempo y estando la inteligencia tan oscurecida?

Pues no hay remedio: hay que partir; lo hecho, hecho está.

¡Dios mío! ¿Cuál será mi muerte? Yo quiero cambiar de vida: ayudadme Jesús mío que estoy resuelto a amaros de hoy en adelante con todo mi corazón. Ea estrechadme con Vos y no permitáis que de nuevo os abandone.

Sí tuvieras que morir esta noche, ¡cuánto darías por un año o por un mes más de vida!

Pues debes resolverte a hacer ahora lo que entonces no podrás hacer. ¿Quién sabe si este año, este mes, esta semana, o quizás este mismo día; serán los últimos para ti?

¿Quisierais morir en el estado en que os encontráis? ¿No? Pues ¿como os atrevéis a continuar en el mismo estado? Tenéis compasión de los que han muerto repentinamente porqué no tuvieron tiempo de prepararse. Y vosotros que tenéis tiempo, ¿no os preparáis? ¡Ah Dios mío! No quiero obligaros a relegarme al olvido. Os doy gracias por vuestra misericordia, ayudadme a cambiar de vida. Veo que me queréis salvar; yo quiero también salvarme para alabaros y amaros eternamente.

Llegada la hora de la muerte se os presentará el Crucifijo y os dirán que Jesucristo debe ser en aquella hora vuestro único refugio y vuestro único consuelo.

Pero para aquellos que amaron poco al Crucificado no les servirá éste de consuelo sino de espanto. En cambio, ¡qué gran consuelo será para el alma que lo dejó todo por su amor!

Amado Jesús mío, Vos seréis mi único amor en la vida y en la muerte. ¡Dios mío y todas mis cosas!

¡Oh que terror causa al moribundo pecador el sólo nombre de eternidad! Por eso no quiere oír hablar más que de sus dolores, de los médicos y de medicinas; si se le quiere hablar del alma se cansa, cambia de conversación y dice: «Hágame el favor de dejarme descansar».

Clamará el infeliz «¡quién me diera tiempo para reformar mi vida!» Pero oirá que le responden: «¡Sal de este mundo!» -«¡Que llamen más médicos-dirá-: ¡prueben otras medicinas!…» -«¡Qué médicos ni qué medicinas!»

Ya llegó la hora, y hay que marchar a la eternidad.

Aquel proficiscere, «parte ya», no aterra sino que consuela al que ama a Dios pensando que sale ya del peligro de perder el bien que ama.

«Sea hoy la paz tu mansión y tu casa la celestial Sión». ;Hermoso anuncio para el que muere con la segura esperanza de morir en gracia de Dios!

¡Ah Jesús mío! Por vuestra Sangre espero que me llevaréis al lugar de la paz, donde podré deciros: -«¡Oh, amor mío, ya no tendré el temor de perderte!» -«Compadécete, Señor de sus gemidos y de sus lágrimas». No quiero, Dios mío aguardar a la hora de la muerte para llorar las ofensas que os he hecho; las detesto ya desde ahora y las maldigo: me arrepiento de todo corazón y querría morir de dolor. Os amo, Bondad infinita. Así quiero vivir y morir: llorando y amando.

«Reconoce Señor a tu criatura, que no es hechura de Otros dioses, sino creada por Ti.

Dios vivo y verdadero ¡Oh Dios mío que me habéis creado, no me arrojéis lejos de Vos!

Si un tiempo os desprecie ahora os amo más que a mí mismo y no quiero amar mas que a vos.

Al presentarse Jesús por Viático, temblará el que le amó poco. En cambio, el que no amó más que a Jesucristo se sentirá inundado de confianza y de ternura viendo que viene para acompañarle en el viaje a la eternidad.

Al recibir la extremaunción, el demonio os traerá a la memoria los pecados cometidos con los sentidos. Procuremos llorarlos antes que llegue la muerte. Cuando el moribundo haya recibido los Sacramentos, se retirarán los parientes y los amigos y quedará solo con el Crucifijo.

¡Ah Jesús mío! Entonces cuando todos me hayan abandonado, no me abandonaréis. En Ti, Señor, esperé no quedaré eternamente confundido.

Ya se presenta un sudor frío, se oscurece la vista, se paralizan pulsaciones, se enfrían las manos y los pies, queda ya el enfermo como un cadáver y comienza la agonía. ¡Ah! Ya comenzó el pobre su travesía…

Luego va faltando el aliento, se hace cada vez más rara la respiración; son los anuncios de la muerte. El confesor enciende una luz que coloca en la mano del moribundo y comienza a hacerle los actos para bien morir. ¡Oh, candela fúnebre! Ilumina ya nuestras almas porque de poco servirá tu luz cuando ya no hay tiempo para reparar el mal.

¡Oh Dios mío! A la luz de esa lámpara siniestra, ¿qué aspecto tomarán las vanidades del mundo y las ofensas hechas al Señor?

Y por fin expira el moribundo; allá acabó para él el tiempo y comienza la eternidad. ¡Oh momento que decide una felicidad eterna o una desgracia eterna!

¡Jesús mío, misericordia! Perdonadme y ligadme con Vos tan fuertemente, que no me suelte en aquel trance.

Cuando ya el moribundo haya expirado, se volverá el sacerdote a los presentes. y dirá:

– «Ya acabó. Les acompaño en el sentimiento.» – ¿Murió ya? -Sí: ya murió: descanse en paz – Descanse en paz, si murió en paz con Dios; pero si murió en su desgracia. no tendrá paz el infeliz mientras Dios sea Dios. Luego que haya expirado, las campanas tocarán a muerto: al poco rato se habrá difundido la noticia. Unos dirán: «Era muy garboso, pero poco tenía de santo.» Otros dirán: «¿Quién sabe si se habrá salvado?» Los parientes y los amigos, agobiados por la desgracia, no querrán ni oír hablar de él: «No nos lo recuerden por favor».

Si queréis verlo, abrid aquella fosa y miradlo: ya no impecable en su vestido, bien ceñido el busto, sino convertido en podredumbre de la que nacen los gusanos que le irán comiendo las carnes hasta no dejar de aquel cuerpo más que un esqueleto fétido que después se irá destrabando, separándose la cabeza del tronco y los huesos todos entre sí.

He aquí a qué quedará un día reducido este cuerpo por el que tanto ofendemos a Dios.

¡Oh Santos! Vosotros lo comprendisteis y por eso teníais siempre el cuerpo mortificado; y ahora vuestros huesos son venerados como reliquias en los altares y vuestras almas gozan de la vista de Dios, esperando el día último en que vendrán vuestros cuerpos a haceros compañía en la gloria como os la hicieron en el dolor.

Si estuviera yo en la eternidad. ¿que no desearía haber hecho por Dios? Se asomaba San Camilo de Lelis a las tumbas, y exclamaba: -¡Oh!, si los que aquí reposan vivieran, ¿qué no harían por la vida eterna? -Y yo, que vivo, ¿qué hago? Y nosotros, ¿qué hacemos?

Señor no me rechaces por mí ingratitud. Los demás os ofenden sin luz: yo a plena luz.

Tanto me habéis iluminado para que conociera el mal que hacía pecando y sin embargo, hollando vuestra gracia y vuestras luces os he vuelto las espaldas. No seas terrible para mi; sé mi esperanza en del dolor (Jr. 17,17).

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FUENTE:

https://radiocristiandad.wordpress.com/2017/02/14/san-alfonso-maria-de-ligorio-verdades-fundamentales-3/

FUNDAMENTOS DE FILOSOFIA

14 de febrero de 2017

https://es.scribd.com/doc/6844215/Antonio-Millan-Puelles-Fundamentos-de-Filosofia

 

 

…en esta dirección se puede leer un tratado sobre

 

FUNDAMENTOS DE FILOSOFIA,

 

del profesor Antonio Millán Puelles.

 

…dicen que es una vesión divulgativa de Santo TOMÁS de AQUINO…

 

En todo caso es un juicio que interpeto como la ,mejor recomendación para leerlo.